Estaba extrañado de la incredulidad de la gente (cf. Mc 6,1-6)
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En 1968, Suiza era líder en la venta de relojes, con el 68% del mercado mundial. Pero en 1980 se quedó con sólo el 10% ¿Qué sucedió? Que apareció el reloj de cuarzo, con el que la industria japonesa se benefició. Lo irónico es que el reloj de cuarzo no se diseñó en Japón, sino en Suiza. Pero cuando sus creadores lo presentaron en 1967 a los industriales, éstos lo rechazaron, porque no tenía engranes y necesitaba batería[1].
Lamentablemente, esta “parálisis paradigmática” se repite hoy, en que parece que para estar a la moda hay que rechazar a Jesús. Por eso hay quienes no van a Misa, no se confiesan, no tienen interés en escuchar su Palabra y no platican con él en la oración. No aceptan que nos haga ver lo que es bueno y lo que es malo, y menos que lo haga por medio de la Iglesia. No quieren oírlo cuando habla a través de papá, de mamá, de los maestros y de personas buenas. Lo descartan en la persona de un pobre, un migrante, o alguien necesitado de ayuda, material o espiritual.
Pero al rechazar a Jesús, perdemos la oportunidad de que nos traiga la buena nueva[5], y nos haga el milagro de llevarnos a Dios, que nos libera del pecado, nos da su Espíritu y nos hace hijos suyos, partícipes de su vida por siempre feliz. Perdemos la oportunidad de que nos guíe con su Palabra, nos fortalezca con sus sacramentos y nos consuele en la oración. Perdemos la oportunidad de que nos haga el milagro de ayudarnos a ser mejores y sacar adelante nuestro matrimonio, nuestra familia, nuestro noviazgo, nuestros ambientes de amistades, de estudios y de trabajo, nuestra sociedad y nuestro mundo.
Por eso, para ayudarnos a reaccionar, Jesús se asombra de la incredulidad de la gente, como dice san Beda[6] ¡Venzamos la parálisis paradigmática de la desconfianza! Reconozcámoslo y descubramos que él nos envía a ser profetas de Dios; profetas que, dejándose guiar por el Espíritu del Amor, construyan un matrimonio fiel, una familia unida y una sociedad en la que todos podamos vivir en paz, realizarnos y salvarnos.
A la mejor nos atemorizan nuestras debilidades y el posible rechazo de la familia, los amigos y la demás gente. Quizá nos desanime que, cuando tratamos de hablar de Dios, estar cerca de él y hacer algo por los demás, haya quien nos diga: “Ya te crees santo. Como si no te conociéramos ¡Que te compre el que no te conoce!, rata de sacristía”.
Si, no faltarán los problemas, internos y externos. Pero, ¡animo! Porque Dios siempre nos ayuda. Así se lo hizo ver a san Pablo, cuando le dijo: “Te basta mi gracia”[7]. Por eso el Papa nos dice: “No te desanimes… El Señor cumplirá tu misión también en medio de tus errores y malos momentos, con tal que no abandones el camino del amor y estés siempre abierto a su acción”[8]. Con esta confianza, ¡sigamos adelante!
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Paradigms: Business of Discovering the Future, HarperCollins Publishers, New York, 1993, pp. 15-17.
[2] Ídem.
[3] Cf. 1ª Lectura: Ez 2, 2-5.
[4] Cf. Sal 122.
[5] Cf. Aclamación: Lc 4,18.
[6] Cf. In Marcum, 2, 23.
[7] Cf. 2ª Lectura: 2 Cor 12, 7-10.
[8] Gaudete et exsultate, 24.