La pesca milagrosa (cfr. Lc 5,1-11)
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“Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada”. Cuántas veces, como Pedro, le hemos dicho esto a Jesús, después de haberle echado ganas para mejorar, para sacar adelante nuestro matrimonio, nuestra familia, nuestros estudios, nuestro trabajo, nuestra comunidad, nuestro Municipio, nuestro Estado y nuestro País, sin conseguir lo que esperábamos.
¿Y qué nos responde él? Que no nos rindamos y que nuevamente echemos las redes. Eso fue lo que le pidió a Pedro, quien pudo haber contestado: ¡Ya no! ¡Ni una vez más! No tiene caso seguir trabajando y seguir esperando”. Sin embargo, al tiempo de explicarle que ya había puesto su mejor esfuerzo sin ningún resultado, le dice: “Pero confiando en tu palabra, echaré las redes”.
¿Y qué pasó? Que no quedó defraudado. La pesca fue tan abundante que hasta tuvieron que venir a ayudarlo sus compañeros. Entonces Pedro comprendió que Jesús es Dios. Y, de rodillas, con honestidad y humildad, exclamó: “¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pero Jesús le respondió: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Así le confía una gran misión: ayudarle a rescatar a la gente de las amargas aguas del pecado, del mal y de la muerte, subirla a la barca de la Iglesia, y llevarla hasta Dios, en quien somos por siempre felices.
Hoy Jesús nos invita a que, confiando en su palabra, le sigamos echando ganas para ayudarle a cambiar la vida de nuestra familia y de la gente que nos rodea, especialmente la que más necesitada. Nos llama, a pesar de nuestras fallas y de nuestras caidas. Nos llama aunque a veces nos sintamos desanimados. Él puede purificarnos a través de su Palabra, de sus sacramentos y de la oración para que, ante tanta necesidad, tengamos la fuerza y la valentía para decirle, como el profeta Isaías: “Aquí estoy, Señor, envíame a mi”[1].
Así lo hizo San Pablo, que aunque había perseguido a la Iglesia de Dios, después de encontrar al Señor resucitado se convirtió en un generoso y audaz apóstol que con humildad reconocía: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”[2]. Jesús, como recuerda el Papa, nos pide buscar y “pescar” a la familia, a los amigos,a los compañeros y a los demás para comunicarles el amor de Dios que restituye a todos la plena dignidad y libertad[3]
Para ello nos pide remar mar adentro, lo que, como explica san Ambrosio, significa entrar hasta el fondo[4].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf.1ª Lectura: Is 6,1-2.3-8.
[2] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 15,1-11.
[3] Cf. Ángelus, 7 de febrero de 2016.
[4] Cf. Catena Aurea, 9504.