Encontraron a María, a José y al Niño (cf. Lc 2,16-21)
Num 6,22-27
Gal 4,4-7
Lc 2,16-21
¡Feliz año nuevo! Feliz porque lo comenzamos con la gran noticia que nos da san Pablo: ¡Somos hijos de Dios! (1). Por eso, ante las incertidumbres que nos saludan a las puertas de este 2017, caminamos con la confianza de sabernos infinita e incondicionalmente amados por nuestro Padre, que nos bendice(2) haciendo resplandecer su rostro sobre nosotros(3) en Jesucristo, nacido de la Virgen María para liberarnos del pecado, darnos su Espíritu y hacernos hijos suyos, ¡partícipes de su vida por siempre feliz!
Por eso, al empezar el año, al igual que los pastores en Belén –como dice san Beda–, corremos a encontrarnos con Jesús (4), a quien su Madre nos muestra con amor. Si como ella –a quien hoy celebramos como Madre de Dios–, guardamos la Palabra divina y la meditamos en el corazón, quedaremos de tal manera maravillados que volveremos a casa y a nuestros ambientes alabando a Dios y comunicando su paz.
Pero, ¿es posible hacerlo en una época de tanta violencia verbal, física, sexual, emocional, moral, espiritual y patrimonial? ¿Cómo hacerlo cuando en casa hay pleitos y violencia entre esposos, papás, hijos, hermanos, suegras, nueras y cuñadas; cuando entre novios se tratan con malas palabras, hay insultos y hasta golpes, y en la escuela y el trabajo está de moda el buillyng? ¿Es posible llevar paz a un mundo plagado de injusticia, conflictos, inequidad, pobreza, guerras, terrorismo, criminalidad, corrupción, secuestros, trata de personas, daños al medioambiente y muerte?
En su Mensaje para la Jornada Mundial de este primero de enero, el Papa nos recuerda que Jesús, a quien también le tocó vivir en tiempos de violencia, nos hace ver que es en el corazón de cada uno de donde “salen los pensamientos perversos” (Mc 7,21). Por eso debemos educarnos en la no violencia, aprovechando “la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad” (5).
¿Nos parece poco? Veamos a Jesús recostado en un pobre y sucio pesebre; ahí, en esa simpleza comenzó el proceso de transformación del universo. Así son las cosas grandes; empiezan por otras muy pequeñas que se van desarrollando. Conscientes de esto, ¡hagamos nuestra parte y echémosle ganas! Así, con la bendición de Dios, haremos de 2017 un feliz año para nosotros, para nuestra familia y para todos.
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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(1) Cf. 2ª. Lectura: Gál 4,4-7.
(2) Cf. 1ª. Lectura: Nm 6,22-27.
(3) Cf. Sal 66
(4) Cf. Catena Aurea, 9215.
(5) Mensaje 50 Jornada Mundial de la Paz, “La no violencia: un estilo de política para la paz”, 1 de enero de 2017.