Yo rogaré al Padre, y Él les enviará otro Consolador (cf. Jn 14, 15-21)
Hech 8,5-8.14-17
1Pe 3,15-18
Jn 14,15-21
¡Las obras de Dios son admirables[1]! Lo ha creado todo por amor. Nos hizo a imagen suya para que fuéramos eternamente felices. Cuando vio el lío en que nos metimos al desconfiar de él y pecar, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte, se hizo uno de nosotros para rescatarnos amando hasta dar la vida para hacer la nuestra por siempre feliz. Y por si fuera poco, nos ha mostrado el camino para llegar a esa Meta: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”[2].
Sin embargo, a lo largo de esta peregrinación enfrentamos muchas cosas; enfermedades, problemas, tentaciones y penas. Y lo peor que puede pasarnos en un viaje dificultoso como éste es andar solos, sin alguien que nos acompañe, que nos ayude a seguir el camino correcto, que nos anime cuando nos sentimos desalentados, y que nos levante y nos cure cuando hemos caído y nos hemos lastimado.
Jesús lo sabe. Por eso nos promete que no nos dejará desamparados, sino que permanecerá con nosotros mediante el Espíritu Santo, que es el Amor que nos une a él y al Padre ¡Así nunca estamos solos! “El Espíritu Santo –comenta el Papa Francisco– es nuestro amigo y compañero de camino… que nos ayuda a ir adelante”[3].
Sin embargo, a nosotros toca vivir aquella vida que, como dice san Agustín, “destruye la muerte”[4]. ¿Cómo? Amando a Jesús y siguiendo con confianza el “mapa” que nos ha dado para vivir plenamente, para construir una familia y un mundo mejor, y para alcanzar la eternidad. Y ese “mapa” son los mandamientos, que se resumen en dos: amar a Dios y al prójimo.
Así lo comprendieron y lo vivieron los primeros cristianos, quienes, conscientes de que aunque tengamos que atravesar por momentos difíciles, Dios, que no nos deja, sabe sacar cosas buenas, no se dejaron desanimar por la violenta persecución de la que fueron víctimas, sino que ampliaron sus horizontes y llegaron a Samaria, donde llenaron de alegría y plenitud la vida de todos anunciando a Jesús y comunicándoles el Espíritu Santo[5].
Como ellos, sabiendo que estamos en manos de Dios, echémosle ganas a nuestra vida personal, matrimonial y familiar; a nuestros ambientes de vecinos, de amistades, de noviazgo, de estudio y de trabajo; a nuestro municipio, a nuestro estado, a nuestro país y al mundo ¿Cómo? Dando razón de nuestra esperanza con una vida coherente[6], procurando, como Jesús, que nadie quede desamparado.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
___________________________________
[1] Cf. Sal 65.
[2] Jn 14,6,
[3] Homilía del 6 de mayo de 2013.
[4] Catena Aurea, 13418.
[5] Cf. 1ª. Lectura: Hch 8,5-8. 14-17.
[6] Cf. 2ª. Lectura: 1 Pe 3,15-18.