Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados (cf. Mt 11, 25-30)
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¿Quién no se ha sentido agobiado por sus propias debilidades, crisis y enfermedades; por los problemas en casa, la escuela y el trabajo; por las injusticias, angustias económicas, violencias y muertes que hay en el mundo? Y quizá hemos intentado “aliviarnos” siendo egoístas y buscando disfrutar toda clase de sensaciones y emociones, usando y desechando a los demás.
Pero entonces, la carga se ha hecho más pesada. Porque como dice san Gregorio: “es una dura carga el estar sometido a las cosas temporales… el querer estar siempre en lo que es inestable…. todas estas cosas que por la ansiedad de poseerlas afligían nuestra alma, nos atormentan después por el miedo de perderlas”[1].
Sin embargo, Jesús, en quien Dios ha venido a salvarnos, nos dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré… aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso”.
Él, como dice el Papa, “nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad… al centro de la persona”[2]. Nos invita a entrar en su corazón, abierto de par en par en la cruz, para, como dijo a Santa Margarita María de Alacoque, descubrir cuánto nos ama; para comprender los grandes beneficios que nos ofrece, perdonando nuestros pecados y rescatándonos de la muerte[3].
También nos pide entrar en nuestro corazón, para darnos la oportunidad de descubrir que nos ha elegido para ser sus hijos, porque nos ama, y darnos la oportunidad de seguir el camino de sus mandamientos, que conducen a la vida por siempre feliz[4]. Esos mandamientos que se resumen en amar a Dios y amar al prójimo. Y podemos amar, porque Dios nos amó primero, y nos ha llenado de su amor[5].
Aprendamos de Jesús a ser buenos y humildes. A ser más considerados con los demás, como dice san Hilario[6]. Así hallaremos el descanso verdadero y eterno, que tanto andamos buscando.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Moralia, 30.
[2] Homilía, 3 de junio de 2016.
[3] Cf. Sal 102.
[4] Cf. 1a Lectura: Dt 7,6-11.
[5] Cf. 2a Lectura: 1 Jn 4,7-16.
[6] Cf. In Matthaeum, 11.