El segundo hijo se arrepintió y fue (cf. Mt 21, 28-32)
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¿Quién hay que no haya cometido errores? ¿A caso no más de una vez, sabiendo muy bien lo que debíamos decir y hacer, no lo hicimos? Pero Dios nos recuerda que siempre hay esperanza. Nos dice que si cambiamos y practicamos el derecho y la justicia salvaremos nuestra vida[1].
Y es que él, autor de cuanto existe, no es un juez implacable que se apresure a condenar al que falla ¡Al contrario! Cuando vio que le dijimos “no”, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte, envió a su Hijo para que, amando hasta dar la vida, nos rescatara del pecado, nos convocara en su Iglesia, nos comunicara su Espíritu y nos hiciera hijos suyos, ¡partícipes de su vida por siempre feliz!
¡Dios ha hecho suyo nuestro interés! ¿Qué nos toca hacer? Confiar en él y seguir su camino para alcanzar lo que promete[2]. Y ese camino es el amor, que, como dice san Pablo, consiste en mantenernos unidos y buscar el interés de los demás[3]. Por eso Jesús nos recuerda que el Padre nos invita a trabajar en su viña, que somos nosotros mismos, nuestra familia, nuestra Iglesia, nuestro país y nuestro mundo.
Pero quizá tengamos que reconocer que, aunque le hemos dicho que “sí”, no lo hemos hecho. Que no hemos cuidado nuestra salud física y espiritual. Que no nos hemos interesado por conocer su Palabra ni nos hemos dejado guiar por ella. Que no hemos aprovechado la fuerza que nos da en sus sacramentos y que muchas veces lo hemos dejado “plantado” con la Misa dominical. Que no buscamos un rato para hablar con él.
Que en casa no hemos sido capaces de comprender, respetar, perdonar, ser amables, fieles y serviciales con la esposa, el esposo, los hijos, los papás y los hermanos, ni de dedicarles un poco de nuestro tiempo y de nuestra atención. Que en nuestros ambientes de vecinos, de amistades, de escuela, de trabajo y de sociedad hemos olvidado lo realmente importante: la vida de las personas. Que hemos descuidado nuestra tierra.
Sin embargo, siempre es posible recapacitar. Como el hijo que primero dijo al papá “no”, pero luego, como hace notar san Jerónimo, enmendó con sus obras su rebeldía[4]. El pasado no lo podemos cambiar. Pero como dice el Papa Francisco: “eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una historia hacia delante” [5].
¡Escribamos esa nueva historia hacia delante! Hagámoslo unidos a Dios y entre nosotros. Construyamos el matrimonio, la familia, la Iglesia, la sociedad, el país y el mundo que Dios quiere y todos soñamos. Así, “rebasando” a los que anclados en sí mismos no se atreven a mejorar y sólo se dedican a condenar a los demás, iremos haciendo la diferencia ¡Vale la pena!
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 1ª Lectura: Ez 18, 25-28.
[2] Cf. Sal 24.
[3] Cf. 2ª Lectura: Flp 2,1-11.
[4] Catena Aurea, 5128.
[5] Visita al centro de readaptación social, Ciudad Juárez, 17 de febrero de 2016.

