Dios envió a su Hijo al mundo para salvarlo (cf. Jn 3, 16-18)
Ex 34,4b-6.8-9
2 Cor 13,11-13
Jn 3,16-18
Cuando una persona ama, se da a conocer y se interesa por conocer al amado. Así es Dios; porque nos ama, nos conoce ¡Y cómo no va a conocernos, si él nos creó! Y porque nos ama, se nos da a conocer. A través de Moisés nos dice que él, el creador de todas las cosas, que conoce aún los abismos más profundos[1], es “compasivo, paciente y misericordioso”[2].
Por eso, habiéndonos creado a imagen suya para que fuéramos por siempre felices, a pesar de que desconfiamos de él y así pecamos, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte, no nos abandonó, sino que envió a su Hijo único para salvarnos y darnos vida eterna.
¿Qué nos toca hacer? Creer en él. Esto significa reconocer que Dios, aún siendo único, no es solitario: es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada uno Dios, y Dios los Tres en conjunto, como dice san Gregorio Nacianceno[3]. Un Dios, familia divina de Tres, que, como señala el Papa, ha venido a nosotros para llamarnos a todos a formar parte de ella[4].
Por eso, así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo distintos, son el mismo Dios, también se vale que seamos diferentes; pero por encima de las diferencias nos une ser hijos del mismo Dios, y por tanto, hermanos. Por eso san Pablo nos invita a vivir en paz y armonía[5].
Pero, ¿es esto posible cuando se convive con una persona enojona, desordenada, celosa, torpe, mentirosa, envidiosa, tramposa, chismosa, rencorosa, y que además huele mal? Porque la verdad, excepto Dios, nadie es perfecto. Tampoco nosotros lo somos. Y sin embargo, Dios nos ha amado y nos ha salvado para que seamos por siempre felices con él.
Démonos la oportunidad de vivir como hijos suyos, aprendiendo de Jesús a dejarnos guiar por el Espíritu del Amor, para no condenar, sino amar a los demás como son, y mirando más allá de las diferencias y de los pleitos, comprender que siempre será más lo que nos une que lo que nos separa en la familia y en la sociedad, y ayudarnos unos a otros a realizarnos, a vivir en paz y a ser felices. Sólo así edificaremos un mundo mejor y llegaremos a nuestro Padre, que está en el cielo.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
______________________________
[1] Cf. Sal: Dn 3,52-56.
[2] Cf. 1ª Lectura: Éx 34,4b-6.8-9.
[3] Cf. Orationes, 40, 41: PG 36, 417.
[4] Cf. Angelus, 22 de mayo de 2016.
[5] Cf. 2ª Lectura: 2 Cor 13,11-13.

