Configurado con Cristo, de quién es su vicario, o sea enviado, Francisco sale al encuentro de todos (misionero), especialmente de los más necesitados (misericordia) para hacerlos encontrar con el Amor de Dios y su presencia en este mundo en medio de la comunidad humana (Paz-Shalom). Francisco visita a los más pobres materialmente (Chiapas), a los que sufren violencia (Morelia), a los que se ven obligados a dejar su hogar (Ciudad Juárez) llevando el consuelo de Cristo, expresión del Amor del Padre, y de su Madre intercesora (Visita a la Basílica) y ejemplo de discípulo-misionera, que sabe acoger a todos bajo su manto (Nican Mopohua 26-32).
Misionero: Llamado por Cristo a encontrarse con su persona, la respuesta del Discípulo es “entrar en la dinámica del Buen Samaritano (Cfr. Lucas 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cfr. Lucas 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (cfr. Marcos 10, 1-16), que sana a los leprosos (cfr. Marcos 1, 40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cfr. Lucas 7, 36-49; Juan 8, 1-11), que habla con la Samaritana (Cfr. Juan 4, 1,26)”. (Aparecida, 135).
Cinco conceptos más importantes en las visitas del Papa Francisco:
1. Misericordia: tiene como etimología del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás), o sea, es sentir las necesidades de corazón del otro, de quien está a mi lado. Francisco ha llamado al “Año de la Misericordia”, que no sólo significa “perdonar”, sino que fundamentalmente hace referencia al acercarme al otro, hacerle un lugar en mi corazón para que entre en él y comprender sus “gozos y esperanzas, sus dolores y frustraciones”, sus facultades y necesidades materiales y espirituales. (Cfr. Compendio 23, 25-26, 28-29, 57-59, 184, 206, 208, 582; Encíclica sobre la Misericordia Divina “Dives in Misericordia”, Rico en Misericordia, Juan Pablo II, 1980).
El Papa Francisco dice:
Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo.
Dios nos ama con amor gratuito y sin límites. ¡Pero así nos ama Dios!
La Cruz de Cristo es la prueba suprema del amor de Dios por nosotros: Jesús nos ha amado ‘hasta el fin’ (Jn 13,1), es decir no sólo hasta el último instante de su vida terrenal, sino hasta el extremo límite del amor.
Si en la creación, el Padre nos ha dado la prueba de su inmenso amor donándonos la vida, en la pasión y muerte de su Hijo nos ha dado la prueba de las pruebas: ha venido a sufrir y a morir por nosotros.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.
2. Justicia: según la definición clásica es “darle a cada quien lo que le corresponde”, pero en realidad va más allá, significa también comprender las necesidades que el otro tiene para realizarse plenamente como persona y hacer todo lo que está a mi alcance, y solicitar a la sociedad en su conjunto, para que todos logramos alcanzar esas condiciones de desarrollo con los medios correspondientes, sean materiales, psicológicos y/o espirituales. (Cfr. Compendio 3-6; 12; 17; 19; 23-28; 35, 40, 51, 57-58, 63, 66-67, 81-83, 159, 167, 171, 184, 188, 193, 201-203, 205-206, 391, 494, 520, 527, 564,-565, 577, 582-583; “Summa Theologiae” Suma Teológica, Santo Tomás de Aquino, II-II, q.57 – 61).
El Papa Francisco dice:
La justicia no es sólo dar a cada uno lo que es debido, es esencialmente un abandonarse confiado en la voluntad de Dios.
La justicia de Dios es su perdón.
La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla.
La justicia no es el fin, sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón.
3. Compromiso: Tiene que ver con una decisión deliberada y firme de llevar a cabo una determinada acción. En concreto, significa ejercitar todas las propias facultades en vista de un fin, por ejemplo, compromiso social o compromiso político tienen la connotación de realizar todo lo que está al alcance de una determinada persona para alcanzar el bien común, compromiso cristiano significa jugársela por hacer vida los valores del Evangelio, etc. (Compendio 541-574; Decreto sobre el Apostolado de los Laicos “Apostolica Actuisitatem” La Acción Apostólica, Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” Luz de las personas Cap. IV, nn30-38, Concilio Vaticano II, 1962-1965; Exhortación Apostólica Post Sinodal Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y el Mundo “Chistifidelis Laici” Los Fieles de Cristo Laicos, Juan Pablo II, 1988).
El Papa Francisco dice:
Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.
Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.
Entregar la propia vida en actitud misionera sólo será posible si somos capaces de salir de nosotros mismos, como un “éxodo”.
Responder a la llamada de Dios es dejar que Él nos haga salir de nuestra falsa estabilidad para ponernos en camino hacia Jesucristo, principio y fin de nuestra vida y de nuestra felicidad.
María es el modelo de toda vocación, pues no tuvo miedo a decir su ‘fiat’ a la llamada del Señor.
4. Paz: no es la ausencia de conflicto, sino la armonía de las relaciones entre las personas que permite la resolución de los conflictos por medios no violentos, es más, por la vía de la misericordia y la justicia. La Paz no es algo estático sino que se construye en cada momento, por medio del compromiso con aquellos valores que ponen en su centro a la persona y su plena realización. (compendio 3-5, 12, 19, 58, 63, 86, 95, 157-159, 194, 203, 207-208, 440-445, 488-520; Encíclica sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad “Pacen in Terris”, Paz en la Tierra, Juan XXIII, 1963).
El Papa Francisco dice:
Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez.
Quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una mujer de paz.
La paz de Jesús es una Persona, ¡es el Espíritu Santo!
Esta es la paz de Jesús: es una Persona, es un regalo grande. Y cuando el Espíritu Santo está en nuestro corazón, nadie puede quitarnos la paz. ¡Nadie! ¡Es una paz definitiva! ¿Qué tenemos que hacer? Custodiar esta paz. ¡Custodiarla! Es una paz grande, es una paz que no es mía, es de otra Persona que me la regala, de otra Persona que está dentro de mi corazón y que me acompaña toda la vida. ¡El Señor me la ha dado!
5. Esperanza: Como el mismo nombre lo dice hace referencia a esperar. Siendo el ser humano un ser dotado de razón puede descubrir fines que se pueden alcanzar a través de los medios. Descubriendo un fin como bueno en su camino de realización, el ser humano “espera”, “anhela”, la realización de ese fin. Por ejemplo, el estudiante que comienza su carrera de medicina tiene la esperanza de ser un buen médico. La Esperanza como virtud teologal tiene como fin la unión con Dios y con todos los hermanos, pero su principio no es sólo la razón sino la Fe revelada en Xto y alimentada por el Amor. (Compendio 1, 9-10, 12, 39, 56, 59-60, 121-123, 196, 362, 472, 545, 578-579; Encíclica sobre la Esperanza Cristiana “Spe Salvi”, La Esperanza que Salva, Benedicto XVI, 2007).
El Papa Francisco dice:
La esperanza no es optimismo, sino “una ardiente expectación” hacia la revelación del Hijo de Dios.
La esperanza es un riesgo, es una virtud arriesgada, es una virtud de una ardiente expectación hacia la revelación del Hijo de Dios, No es una ilusión.
Esperanza es estar en tensión hacia la revelación, hacia el gozo que llenará nuestra boca de sonrisas.
Los primeros cristianos pintaban la esperanza como un ancla: la esperanza es un ancla, un ancla fija en la orilla” del Más Allá.
La Esperanza es un parto y la esperanza está en esta dinámica de dar vida. Cuando una mujer se queda embarazada es una mujer, pero no es solo eso: también es madre. Y la esperanza se parece un poco a esto. Cambiamos el comportamiento: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros, buscando más allá.
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