El Señor Obispo comparte su mensaje para este tiempo que la Iglesia celebra y vive, el Adviento, espera gozosa del nacimiento de Jesús.
A todo el Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Matamoros
¡Gracia y paz!
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos iniciando el tiempo de Adviento que nos marca el inicio de un nuevo año litúrgico, y que nos prepara, personal y comunitariamente, a la gran celebración del Nacimiento del Hijo de Dios en la solemnidad de la Navidad.
El Adviento es un tiempo lleno de signos y realidades que, sin duda, nos ayudarán a disponer nuestro corazón para recibir al Salvador del mundo. Entre los elementos que más favorecerán nuestra preparación, destaca la Palabra de Dios que, diaria o semanalmente, estaremos leyendo y escuchando en diferentes lugares, sobre todo en la celebración eucarística.
Este tiempo de Adviento estará caracterizado por 3 actitudes principales que irán conduciendo nuestro caminar hacia el encuentro con nuestro Señor: esperanza, alegría, misericordia.
El tiempo de Adviento nos invita a reflexionar sobre la peculiaridad de la esperanza cristiana; ésta, es algo más que un mero consuelo en el futuro, consiste, ni más ni menos, en la pretensión de transformar históricamente las relaciones entre los hombres. San Juan Pablo II señalaba que este tiempo mantiene viva la espera de Cristo, que vendrá a visitarnos con su salvación, realizando en plenitud su reino de justicia y paz… por tanto, el Adviento es un fuerte anuncio de esperanza, que toca en lo más hondo nuestra experiencia personal y comunitaria (cfr. Audiencia General, 17 de diciembre de 2003).
El tiempo del Adviento es, además, alegría. Una alegría que es interiorizada, una alegría que se hace manifiesta en nuestra vida, una alegría que se expresa a los que nos rodean, una alegría que ningún sufrimiento puede borrar. Esta alegría que nace por el hecho de que Dios se ha hecho niño en medio de la pobreza, nos invita permear cada uno de los ambientes en que nos desenvolvemos, manifestando nuestra identidad cimentada en el Señor que nos está por nacer. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos anima a caminar confiados, nos prepara para el encuentro con el Salvador (cfr. Homilía de las Primeras Vísperas del I Domingo de Adviento, Benedicto XVI, 28 de noviembre de 2009).
Pero más que nada, este tiempo de Adviento estará caracterizado por la misericordia. El Santo Padre, el Papa Francisco, nos ha convocado a vivir un Año Jubilar extraordinario, el Año Santo de la Misericordia, que inicia en este tiempo de Adviento. De esta manera, este tiempo litúrgico deberá impregnarse de esa misericordia que emana de la espera gozosa y de la alegría por el próximo nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el rostro de la misericordia del Padre. Es por eso que, en este tiempo de Adviento, estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signos eficaces del obrar del Padre, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes (cfr. Misericordiae Vultus, 1). Nos acompañará, en este año litúrgico que iniciamos, el Evangelio de Lucas, evangelio impregnado de la misericordia de Jesús, que viene a mostrar el verdadero rostro de Dios.
Alimentemos, por tanto, queridos hermanos y hermanas, estos días de preparación inmediata para la Navidad de Cristo, con la luz y el calor de la esperanza, con las actitudes que manifiestan la alegría del nacimiento del Salvador y mostrando a los que nos rodean, la misericordia de Dios que nos nace para nuestra Salvación.
Dado en la Sede Episcopal de Nuestra Señora del Refugio de Pecadores, en H. Matamoros, Tamaulipas, Año de la Interpretación de la Realidad Diocesana, y de la Vida Consagrada.
+Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros