Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo (cf. Mt 2,1-12)
Is 60,1-6
Ef 3,2-3.5-6
Mt 2,1-12
Los magos de oriente eran personas que no se dejaban deslumbrar. Sabían que las cosas del mundo, aunque tienen su valor, son pasajeras. Por eso esperaban algo más. Esta apertura les permitió unir fe y razón para captar la señal que les conduciría a quien hace la vida plena y por siempre feliz: Jesús.
Así, cuando como científicos vieron un extraordinario fenómeno astronómico, lograron comprender su significado a la luz de las profecías que seguramente habían escuchado de los judíos que vivían en Babilonia acerca del Salvador, cuya llegada sería anunciada por una estrella[1], y con valentía se pusieron en marcha para encontrarlo.
Pero ya de camino, quizá por las tormentas del desierto, perdieron de vista la estrella. ¿Qué hicieron? ¿Dieron marcha atrás, enojados y desilusionados? ¡No! Siguieron adelante. Buscaron ayuda y encontraron la respuesta en la Palabra de Dios consultada por los eruditos que Herodes convocó[2].
¡Y la estrella reapareció y los guió hasta el niño! Entonces, reconociéndole como Salvador de la humanidad, se postraron para adorarlo. Luego le regalaron oro como rey, incienso como Dios, y mirra para embalsamar, anunciando, como explica san Agustín, “que había de morir por la salvación de todos”[3].
A pesar de que a causa del pecado la tierra esté cubierta por las tinieblas del egoísmo, el relativismo y el materialismo que extienden por todas partes la oscuridad de la injusticia, la inequidad, la pobreza y la violencia; y a pesar de la espesa neblina de la enfermedad, las penas, los problemas y la muerte, ¡sobre nosotros resplandece el Señor[4]!
Él brilla para nosotros. Y como recuerda el Papa, “nosotros deberíamos apresurarnos para recibir la gracia que él nos ofrece”[5] ¡Jesús nos hace coherederos de su vida por siempre feliz[6]! Y aunque a veces las tormentas de la vida nos hagan perder de vista la estrella que nos conduce a Dios, ¡nada de enojarnos, decepcionarnos y “tirar la toalla”! Sigamos adelante y busquemos ayuda.
Así encontraremos a Jesús, a través de María. Por favor, que no nos parezca poca cosa. Los magos, que sabían mirar más allá, no se decepcionaron de tanta simpleza y fragilidad, sino que comprendieron que con ese niño iniciaba un proceso extraordinario que habría de llevarlo todo a la perfección.
Encontrándonos con Jesús, reconozcámoslo como nuestro Dios y salvador que nos muestra el único camino para estar con él y ser por siempre felices: el amor. Así no nos dejaremos engañar por los “Herodes” que, buscando su propio beneficio, se hacen pasar por “humanos”, “abiertos” y “tolerantes”, cuando en realidad pretenden destruir la verdad que nos salva. Como los magos, cambiando de ruta nuestra vida, volvamos a casa y a nuestros ambientes, comunicando a todos el amor y la felicidad que sólo Jesús puede dar.
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Nm 24,17: “Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel”.
[2] Cf. Mi 5,1 y 2 Sam 5,2.
[3] In sermonibus de Epiphania.
[4] Cf. 1ª Lectura: Is 60,1-6.
[5] Angelus, 5 de enero de 2014.
[6] Cf. 2ª Lectura: Ef 3,2-3.5-6.