“Ha hecho cosas grandes en mí el que todo lo puede” (cf. Lc 1, 39-56)
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Ver triunfar a un atleta en un deporte que nosotros practicamos; saber que un artista o un influencer que hace algo parecido a lo que hacemos alcanzó el éxito; escuchar que alguien como nosotros llegó a la cima, nos anima. ¡Nos da alas! Porque nos hace ver que también nosotros podemos llegar.
¡Eso y más nos regala Dios al elevar al Cielo a María en cuerpo y alma al terminar su vida terrena[1]! Nos muestra la maravilla que podemos llegar a ser y la estupenda meta sin final a la que estamos llamados al final. Así nos da fuerza para seguir adelante, sin engancharnos con las cosas bellas pero pasajeras de este mundo, ni dejarnos anclar por las penas y los problemas.
Aunque a causa del pecado todos morimos, gracias a Jesús, que se hizo uno de nosotros encarnándose de María y nos amó hasta dar la vida, podemos resucitar a una vida plena y eterna[2]. ¡Es la hora de la victoria de nuestro Dios[3]! ¡María lo demuestra! Comenta el Papa: “que una de nosotros viva en el Cielo… nos da esperanza… y… la razón por la que caminamos” [4].
La razón por la que caminamos es llegar a la meta: Dios. Y María, a la que san Paulo VI llama la mejor discípula de Cristo[5], nos enseña cómo hacerlo. ¿Qué podemos aprender de ella? A dejarnos amar por Dios[6]. A reconocer con gratitud las maravillas que por puro amor él ha hecho y hace en nosotros. Y a compartir sin demora el amor que nos ha dado, haciendo el bien.
Experimentemos el amor de Dios a través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración y de las personas. Reconozcamos con gratitud que él, que lo ha creado todo, nos lo ha dado todo. Y conscientes de que, como dice san Ambrosio, el amor no actúa con lentitud[7], apresurémonos a echarle la mano a los demás, empezando en casa.
Si sientes que estás atravesando por un túnel sombrío y lleno de obstáculos, no te desanimes, ni te detengas; mira hacia delante y ve la luz maravillosa que hay al final. A eso te invita Dios al elevar al Cielo a María. ¡Hazlo!, y encontrarás la razón por la que caminas y la fuerza para seguir adelante.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Munificentissimus Deus, 1950.
[2] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 15,20-27.
[3] Cf. 1ª Lectura: Ap 11, 19; 12,1-6.10.
[4] Ángelus, 15 de agosto 2020.
[5] Cf. Marialis cultus, 35.
[6] Cf. Sal 44.
[7] En Catena Aurea, 9139.