Dichosos los pobres de espíritu (cf. Mt 5, 1-12)(cf. Mt 4, 12-23)
Isaías 8,23-9,3
1 Corintios 1,10-13-17
Mateo 4,12-23
“La felicidad –dice santo Tomás de Aquino– es el fin último y el mejor” (1). ¿Porqué conformarnos con menos? Dios nos creó para ser felices por siempre con él. Y cuando echamos a perder su obra al desconfiar de él y pecar, envió a su Hijo a rescatarnos, darnos su Espíritu, hacernos hijos suyos y mostrarnos el camino que conduce a él. Ese camino nos lo enseña Jesús en las Bienaventuranzas (2).
Él nos hace ver que el primer paso es ser humildes y reconocer que necesitamos su ayuda para mirar la totalidad de lo real y vivir conforme a nuestra dignidad; amando como nuestro Padre Dios, que es amor, y procurando ser buenos con todos.
Iluminados por él, tomamos conciencia de que con nuestros pecados, como dice san Hilario, nos degradamos a nosotros mismos, a los demás, y a la tierra(3). Entonces podremos “llorar”, es decir, arrepentirnos, corregirnos, pedir perdón y reparar el daño causado, y hacernos sensibles a los sufrimientos y pecados de los demás, para tenderles una mano.
Claro está que la restauración toma tiempo. Por eso necesitamos ser pacientes, comprendiendo que la paciencia no es inacción, sino hacer lo que nos toca para que nuestra vida y la de los demás mejore.
Esto requiere que queramos ser santos como el Padre es santo, misericordiosos y justos como él, y que actuemos siempre con rectitud. “Dios es justicia y crea justicia –afirma Benedicto XVI– Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza… La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho”(4).
Quien es humilde, se abre a la luz de Dios, reconoce la realidad, se ubica, llora por sus pecados y por los sufrimientos y pecados de los demás, busca con paciencia la santidad, procura ser siempre justo y misericordioso, y actúa con honestidad, vive en paz, y, como dice san Ambrosio, puede ofrecerla a los demás (5).
Ciertamente el camino que Jesús propone no es fácil. Habrá persecuciones internas, provocadas por nuestras propias pasiones. También las habrá externas: tentaciones, problemas, presiones, incomprensiones. Pero no nos subestimemos (6). Si confiamos en Dios, que siempre nos ayuda(7) lo buscamos, nos unimos unos a otros y permanecemos fieles (8) alcanzaremos la alegría de una vida plena en esta tierra y por siempre feliz en el cielo ¡Hagámosle caso a Jesús, y nunca tendremos que conformarnos con menos pudiendo alcanzar lo más!
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles, Lib.I, IX,64.
[2] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1717.
[3] Cf. In Matthaeum, 4.
[4] Spe salvi, 42-44.
[5] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 1, 26-31.
[6] Cf. In Lucam, 5,58: “Cuando tengas toda tu alma limpia… procura que no nazcan disensiones ni disputas por tu culpa”.
[7] Cf. Sal 145.
[8] Cf. 1ª Lectura: Sof 2,3;3,12-13.