Jesús nació de María, desposada con José (cf. Mt 1, 18-24)
Isaías 7,10-14
Romanos 1,1-7
Mateo 1,18-24
A veces suceden cosas que nos sorprenden, que no entendemos, que nos enojan, que nos desaniman o que de plano nos hacen sentir en un callejón sin salida. Algo así enfrentó José cuando vio que su esposa María esperaba un hijo que no era suyo. Pero no se dejó llevar por lo que sentía, sino que tomó el control.
¿Cómo pudo hacerlo? Estando “entrenado”, como dice el Evangelio al afirmar que era “justo”, lo que significa que, unido a Dios, procuraba vivir como él enseña: buscando el bien de las personas. Por eso, como explica san Agustín, “prefería al castigo del pecado el bien del pecador”[1]. Esa fue la razón por la que decidió romper en secreto su relación con María y no denunciarla, ya que si lo hacía, sería condenada a morir por adulterio [2].
No obstante esta buena acción, seguramente José seguiría sintiéndose muy mal al ver derrumbados todos sus proyectos. Pero Dios no lo abandonó; envió su mensajero para que comprendiera lo que estaba pasando: “María ha concebido por obra del Espíritu Santo… tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Entonces José, que era limpio de corazón [3], es decir, recto en sus decisiones y por ello “atento –como hace notar el Papa–, a los mensajes que le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto” [4], “despertó” al comprenderlo todo ¡Se cumplía la promesa! En Jesús, nacido de la Virgen, el Creador de todas las cosas sería “Dios con nosotros” [5].
Así, lo que parecía un fracaso que ponía fin a todos sus proyectos, en realidad abría una puerta maravillosa para él y para el universo entero. En Jesús, Dios viene a sacarnos de la prisión del pecado y sus consecuencias, el mal y la muerte; hace triunfar definitivamente el amor, la verdad, la justicia, el bien y el progreso; y nos conduce a él, que hace la vida feliz para siempre.
Escuchando esta Buena Noticia [6], José, que como dice el Papa, no se obstinó en su propio proyecto [7], le “entró” al gran proyecto de Dios e hizo lo que le pedía; recibió a María. También nosotros somos llamados a “entrarle” a este proyecto, mirando más allá de lo inmediato y amando como Dios nos pide, procurando ser comprensivos, justos y serviciales, perdonando y pidiendo perdón. Que María, Madre de Dios y Refugio de los pecadores, nos ayude a hacerlo así.
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] De Verbo Domini, serm. 16.
[2] Cf. Lv 20,20; Dt 22,22.
[3] Cf. Sal 24.
[4] Angelus, 22 de diciembre de 2013.
[5] Cf. 1ª Lectura: Is 7,10-14.
[6] Cf. 2ª Lectura: Rm 1,1-7.
[7] Angelus, 22 de diciembre de 2013.