Hagan lo que él les diga (cf. Jn 2,1-11)
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Hoy encontramos a Jesús, a su Madre y a sus discípulos en una boda ¿Y no es una boda una especie de “síntesis” de la vida? En ella, el hombre y la mujer, creados por Dios con la capacidad y la responsabilidad de amar, buscan la felicidad que se encuentra en el amor. En una boda están la familia, los amigos, los compañeros de escuela, de trabajo, alguno que otro colado, y hasta los envidiosos y chismosos.
¿Y qué pasó en aquella boda? Que se acabó el vino, símbolo del amor y la alegría[1]. A veces nos pasa igual; empezamos con muchas ganas en nuestra vida, en nuestro matrimonio y en nuestros ambientes, pero luego sentimos que nuestros buenos propósitos se evaporan ante una caída, una pena, los problemas y las decepciones en casa, la escuela, el trabajo, la Iglesia y la sociedad.
Quizá aquellos novios buscaron culpables: “Si ella fuera previsora esto no habría pasado”. “Si él no fuera tan tacaño habría comprado más vino”. “Si mis papás y mis suegros no se hubieran metido… Si mis familiares y amigos no bebieran tanto…”. Y a lo mejor alguno pensó: “Por mi culpa todo fracasó ¿De qué sirvió esforzarse?”.
Probablemente, cuando las cosas andan mal en nuestra vida, en nuestra familia, con los vecinos, en la escuela, en el trabajo, en la Iglesia y en la sociedad, le echemos la culpa a los demás. Y quizá concluyamos que las cosas son como son; que somos unos perdedores y que ya nada se puede hacer.
Pero resulta que en esa boda estaba María, como lo está en nuestra vida. Y no fue indiferente, sino que, señalando a su Hijo, dio este gran consejo: “Hagan lo que él les diga”. También nos lo repite hoy, como recuerda el Papa[2]. Así nos hace ver que no estamos abandonados, porque en Jesús, Dios se ha hecho uno de nosotros y ha venido a sacarnos adelante, como anunciaba Isaías[3].
Amando hasta el extremo, Jesús transforma todas las cosas y las hace más útiles y hermosas de lo que eran antes, como recuerda san Juan Crisóstomo[4]. Sólo hace falta que pongamos de nuestra parte y hagamos lo que nos dice.
¿Y qué nos dice? Que, confiando en su poder[5], escuchemos su Palabra, recibamos sus sacramentos, oremos y pongamos de nuestra parte toda la fe, toda la esperanza y todo el amor que podamos, y él se encargará del resto; se encargará de hacernos ver que debemos poner al servicio de los demás los muchos dones que nos ha dado[6].
Sólo poniendo al servicio de los demás lo que somos y tenemos, las cosas irán mejorando en nuestra vida, en nuestro matrimonio, en nuestra familia, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Por eso, por nuestro bien y el de los que nos rodean, en las alegrías y en las penas, tengamos siempre presente el gran consejo de María: “Hagan lo que él les diga”.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. JUAN PABLO II, Catequesis 5 de marzo de 1997.
[2] Cf. Audiencia 8 de junio 2016.
[3] Cf. 1ª Lectura: Is 62,1-5.
[4] Cf. In Ioannem, hom. 21.
[5] Cf. Sal 95.
[6] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 12,4-11.