Pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación(cf. Lc 21,25-28. 34-36)
…
El mundo es maravilloso y la vida una aventura extraordinaria ¿Verdad? Sin embargo, este hermoso paisaje se ve oscurecido por enfermedades, penas, problemas, mentiras, chismes, injusticias, pobreza, violencia y muerte. Pero algo nos dice que un día todo va a cambiar; que alguien vendrá y mejorará todas las cosas ¿Y saben qué? Esta esperanza se hace realidad en Jesús.
Él, que siendo Dios se hizo uno de nosotros y nació en Belén para liberarnos del pecado, darnos su Espíritu, unirnos a él y hacernos hijos de Dios, volverá para liberarnos definitivamente de todos los males y hacernos felices por siempre.
Esto es lo que nos enseña hoy usando un lenguaje simbólico con el que nos hace reflexionar en los males que el demonio provoca en el mundo y en la esperanza que nos aguarda, ya que él, nuestro salvador, volverá como Dios y Señor para liberarnos por siempre del dominio del enemigo y llevar a la creación a un estado más perfecto, como señala san Eusebio[1].
Claro que a nosotros toca estar dispuestos a dejarnos rescatar por él. Y a eso nos ayuda Dios. Él, que nos indica el sendero[2], nos regala el Adviento, que hoy comenzamos, y que es un tiempo para preparar nuestros corazones a recibir al Salvador ¿Cómo? Siguiendo el consejo de Jesús, que nos dice: “Pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.
¿En qué debemos poner atención? En que, como dice el Papa: “la vida en este mundo se nos ha dado para prepararnos a la otra vida, con el Padre celeste”[3]. ¡Esa es la meta! Para eso debemos trabajar. Todo lo demás es pasajero. Por eso, en lugar de quedarnos viendo hacia abajo, preocupados solo en las cosas de esta tierra, con sus alegrías, placeres, penas y problemas efímeros, hay que levantar la inteligencia, como dice san Gregorio, hacia los goces eternos de la patria celestial[4].
Para eso necesitamos escuchar la Palabra de Dios, recibir sus sacramentos y orar. Así tendremos la fuerza para no permitir que los vicios y las preocupaciones de esta vida entorpezcan nuestra mente y nos hagan estar desprevenidos. Al igual que la persona inteligente hace caso al médico que le previene de lo que le puede causar un daño mortal –dice san Beda–, hagámosle caso a Jesús, y cortemos todo lo que nos puede llevar a la muerte eterna[5].
Y además de evitar lo que nos daña, procuremos lo que nos hace bien ¿Y qué es lo que nos hace bien? El amor. Por eso san Pablo pide que el Señor nos llene y nos haga rebozar de un amor mutuo, porque así nuestro corazón se conserva sano, preparado para cuando Jesús vuelva[6], y, como anunciaba el profeta Jeremías, nos haga estar a salvo y seguros[7].
Dios –dice el Papa– es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción nos da el valor y la fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades[8]. Así, el retorno de Cristo no será para nosotros motivo de preocupación o de temor, sino un día de triunfo definitivo y eterno ¡A echarle ganas!
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
______________________________
[1] Cf. Catena Aurea, 11125.
[2] Cf. Sal 24.
[3] Catequesis, 27 de noviembre de 2013.
[4] Cf. Catena Aurea, 11128.
[5] Ídem.
[6] Cf. 2ª Lectura: 1 Tes 3,12-4,2.
[7] Cf. 1ª Lectura: Jer 33,14-16.
[8] Cf. Homilía en la Catedral de Bangui (República Centroafricana) I Domingo de Adviento, 29 de noviembre de 2015.