Velen y estén preparados (cf. Mt 24,37-44)
Isaías 2,1-5
Romanos 13,11-14
Mateo 24,37-44
Todos tenemos esperanzas, grandes o pequeñas. Algunas cambian con el tiempo. Otras permanecen; la esperanza de que triunfen la verdad y la justicia. La esperanza de que haya paz y que el mundo sea mejor. La esperanza de que algún día todos podamos ser felices por siempre.
¿Porqué esperamos todo esto? Porque Dios nos creó para vivir así. Sin embargo, desconfiamos de él y pecamos, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte. Pero Dios nos amó tanto que nos rescató encarnándose de la Virgen María, dando su vida, comunicándonos su Espíritu y haciéndonos hijos suyos ¡Esto es lo que celebramos en Navidad!
Para vivir mejor esta gran fiesta nos preparamos a través del Adviento, que hoy comenzamos, y que significa “llegada” o “presencia. Y con el Adviento iniciamos el Año Litúrgico, durante el cual vamos a acompañar a Jesús a lo largo de su vida terrena para aprender de él a vivir como hijos de Dios, y así, cuando vuelva, pueda llevarnos al Padre, que nos da firmeza y paz sin límites y sin final (1) .
¡Ésa es la gran meta que nos aguarda! “Es el horizonte –dice el Papa Francisco– para hacer un buen camino”(2) . Por eso el salmista nos invita: “¡Vamos a la casa del Señor!”(3) . “¡Sí! –digámosle–, vamos a la casa del Señor!”. Claro que para llegar ahí debemos poner de nuestra parte. Por eso Jesús nos pide estar atentos ¿Cómo? Dejando las obras de las tinieblas y poniéndonos las armas de la luz(4).
¿Cuáles son las obras de las tinieblas? El egoísmo. El inventarnos nuestra propia verdad. El usar a los demás como objetos de placer, de producción o de consumo. La mentira. La envidia. Los chismes. La avaricia. La indiferencia. La corrupción. La violencia. Quien las elige, se distrae. Se daña. Perjudica a su familia y a la sociedad. Se pierde para siempre en la soledad del amor reusado.
¿Y cuáles son las armas de la luz? La verdad. La justicia. El bien. La solidaridad. El amor. La libertad. El progreso. La vida. Quien las elige, está atento. Vence al mal. Se realiza. Ayuda a su familia y a los que le rodean a tener una vida digna. Se encamina a la felicidad sin final. “Está atento –dice san Gregorio– el que observa en sus obras lo que cree”(5).
“Adviento –comenta Benedicto XVI– es el tiempo para despertar en nosotros la esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios”(6). ¿Que quizá hasta ahora no lo hemos hecho? ¿Que las cosas están difíciles en casa, la escuela, el trabajo y la sociedad? ¡Ánimo! No olvidemos que, como afirma Shakespeare: “Todo puede enmendarse”(7) . Que María, Refugio de los pecadores, nos ayude a echarle ganas.
Mons. Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1]Cf. 1ª Lectura: Is 2,1-5.
[2]Angelus 1 de diciembre de 2013, I Domingo de Adviento.
[3]Cf. Sal 121.
[4]Cf. 2ª Lectura: Rm 13,11-14.
[5] Homiliae in Evangelia, 13.
[6] Angelus, 27 de noviembre 2005, I Domingo de Adviento.
[7] Hamlet, Ed. Porrúa, México, 2005, Acto III, Escena XXII, p. 47.