María se encaminó presurosa (cf. Lc 1, 39-48)
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No hay cosa peor que la soledad. Porque aunque tengamos las cosas que queremos y grandes alegrías, si no hay con quien compartirlas, nos sentimos frustrados. Y si estamos viviendo momentos difíciles, no contar con alguien que nos escuche y nos eche la mano, nos hace sentir perdidos.
Pero no estamos solos. Nunca lo estamos. Porque Dios, creador de cuanto existe, nos ama y camina a nuestro lado. Para eso se hizo uno de nosotros en Jesús, nacido de la Virgen María. Él ha venido a rescatarnos del pecado, a compartirnos su Espíritu y hacernos hijos del Padre, partícipes de su vida por siempre feliz[1].
¡Este es nuestro Dios! Un Dios que nos encuentra donde quiera que estemos. Un Dios que nos escucha siempre, en las buenas y en las malas. Un Dios que nos ayuda a distinguir la realidad para que veamos lo que debemos hacer. Un Dios que nos echa la mano para que lo llevemos a cabo y así salgamos adelante.
¡En él está toda esperanza de vida[2]! Encontrémoslo y escuchémoslo en su Palabra, en la Liturgia –sobre todo en la Eucaristía–, en la oración y en las personas. Así nos sentiremos tan acompañados y tan plenos, que, como María, descubriremos lo que debemos hacer: apresurarnos a echarle la mano a los demás.
La Virgencita fue a toda prisa para ayudar a su prima Isabel, porque como explica san Ambrosio: “el amor no conoce de lentitudes”[3]. Por eso en 1531, sin perder tiempo, vino al Tepeyac para hacernos ver que no estamos solos, diciéndonos a través de san Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”[4].
Ella, la Mamá que Jesús nos ha regalado, sigue caminando con nosotros. Lo hace, como señala el Papa, cuando, por medio de una imagen, una estampita, una medalla, un rosario o un Ave María, entra en una casa, en una cárcel, en un hospital, en un asilo, en una escuela, en una clínica de rehabilitación, en un albergue para migrantes[5].
¿Y qué hace la Guadalupana? Dos cosas muy importantes: intercede por nosotros ante su Hijo y nos da este gran consejo, para que siempre salgamos adelante: “Hagan lo que él les diga” [6]. ¿Y qué nos dice Jesús? Que amemos a Dios y al prójimo. Así lo hizo la Virgencita. Ella, que sabe de cercanías, nos enseña a estar cerca de Dios y cerca de los demás, especialmente de los más necesitados.
No perdamos tiempo. Caminemos unidos como familia, como Iglesia y como sociedad, sabiendo encontrar, escuchar y discernir. Caminemos con María, guiados por el Espíritu de Jesús, procurando que todos tengamos una vida mejor. Así nadie se sentirá solo. Y juntos cantaremos con alegría la bondad de Dios[7].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 2ª Lectura: Gál 4,4-7.
[2] Cf. 1ª Lectura: Eclo 24, 23-31.
[3] En Catena Aurea, 9139.
[4] VALERIANO Antonio, Nican Mopohua, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998.
[5] Cf. Homilía en la Santa Misa en la Solemnidad de Santa María de Guadalupe, 12 de diciembre de 2018.
[6] Cf. Jn 2, 1-12.
[7] Cf. Sal 66.