Hoy les ha nacido un salvador (cf. Lc 2,10-11)
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“Todo –decía Shakespeare–, todo puede enmendarse”[1]. Por oscura que sea la noche de tu dolor, de tu enfermedad, de tus errores y de tus problemas; y por más que parezca que tu familia, la escuela, el trabajo, la Iglesia y el mundo están en tinieblas, ¡todo puede arreglarse! ¡Esa es la buena noticia que nos trae el ángel en Navidad!
Porque aunque con nuestro pecado echamos a perder su creación, Dios, para arreglarlo todo envía al Niño nacido en Belén, quien, amando hasta encarnarse de la Virgen María y dar la vida, hace su parte para rescatarnos del pecado, compartirnos su Espíritu y hacernos hijos de Dios, partícipes de su vida por siempre feliz[2].
¡Su luz lo arregla todo[3]! Solo se necesita que, como los pastores, te hagas cargo de ti y de lo que te toca: tu matrimonio, tu familia y tu sociedad. Así podrás encontrarte con él en su Palabra, en la Eucaristía, en la Liturgia, en la oración y en el prójimo, y recibirás la fuerza de su amor para ayudar a que todo mejore, aunque te topes con cerrazones.
Al venir al mundo, Jesús encontró indiferencia y rechazo. Pero le entró a arreglarlo todo, aunque tuviera que nacer en un sucio pesebre. Así te enseña a entrarle al proyecto de Dios de salvarte y de salvar a muchos, aunque a veces tu familia y los demás estén tan metidos en sus asuntos, en sus ideas, en su celular y en sus redes sociales, que no te hagan caso.
Víctor Hugo, en los “Los Miserables”, cuenta que Jean Valjean, liberado tras diecinueve años de prisión por haber robado un pan para su familia, era rechazado por ser exconvicto, hasta que Monseñor Bienvenido lo recibió. Sin embargo, había sufrido tanto, que, lleno de odio a la sociedad y a Dios, quería desquitarse. Así que le robó al obispo unos cubiertos de plata y saltó la barda. Pero la policía lo detuvo.
Para liberarlo, Monseñor Bienvenido dijo que él se los había regalado, y le obsequió además dos candeleros de plata, diciéndole: “Hermano mío, usted no pertenece al mal, sino al bien. Yo libro su alma de las negras ideas y la consagro a Dios”.
Jean salió pensativo. Y aunque después volvió a portarse mal al quitarle a un niño una moneda, arrepentido lo buscó para devolvérsela. Al no encontrarlo, lloró por vez primera en diecinueve años. “El perdón del obispo –explica Víctor Hugo– era el ataque más formidable que podía recibir… había comenzado una lucha colosal y definitiva entre su maldad y la bondad”[4]. A partir de entonces, lleno de amor a Dios, se entregó a hacer todo el bien que pudo.
¡Todo puede arreglarse! Y tu puedes colaborar con Jesús a que suceda, compartiendo su amor[5], que, como explica san Cirilo, nos va transformando para que vivamos con dignidad[6]. Hazlo, teniendo presente que, como dice el Papa, la mejor manera de cambiar el mundo no es tratar de cambiar a los otros, sino cambiar nosotros, haciendo de nuestra vida un don[7]. Hazlo y harás de esta una feliz Navidad.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Hamlet, Ed. Porrúa, México, 2005, Acto III, Escena XXII, p. 47
[2] Cf. 2ª Lectura: Tit 2,11-14.
[3] Cf. 1ª Lectura: Is 9,1-3.5-6.
[4] Cf. Los miserables, secucoahuila.gob.mx, pp. 18-43.
[5] Cf. Sal 95.
[6] Cf. En Catena Aurea, 9206.
[7] Cf. Homilía en la Natividad del Señor, 24 de diciembre de 2019.