Gánense amigos con el dinero (cf. Lc 16,1-13)
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En estos días hemos sido testigos de una noticia que ha conmovido al mundo y ha acaparado noticiarios y redes sociales: la muerte de la reina Isabel II, soberana de Inglaterra y de la Mancomunidad de Naciones, a los 96 años de edad, después de 70 años de reinado. Y entre las muchas cosas que nos hace pensar, hay una muy importante: que por mucho que vivamos, algún día saldremos de este mundo.
Todos, absolutamente todos, estamos de paso. Nos iremos. Y nada de lo que tuvimos nos llevaremos. “Somos forasteros –recuerda san Juan Crisóstomo– …seas quien fueres, has de saber que eres solo dispensador de bienes ajenos”[1]. “Lo que nosotros tenemos –comenta san Basilio– pertenece al Señor de todos”[2]. Y como él es Padre de todos, lo suyo es de todos.
¡Qué importante es darnos cuenta! Vamos caminando hacia la meta: la vida por siempre feliz, que solo en Dios podemos alcanzar. ¡Para eso nos creó! Y cuando por nuestra culpa perdimos el camino, se hizo uno de nosotros en Jesús y lo dio todo para salvarnos[3]. ¿Qué nos toca hacer? Retomar el rumbo, como lo pide Jesús, que ha venido a levantar nuestra vida[4].
Eso es lo que nos enseña a través de la parábola del administrador deshonesto que, antes de ser despedido, buscó asegurarse el porvenir. Así nos invita, no a ser “tranzas”, ladrones, corruptos, ni abusivos, sino, como explica el Papa, a ser inteligentes para alcanzar el futuro sin final, teniendo presente que la clave es: “Hacer amigos con las riquezas”[5].
Dice san Juan Crisóstomo: “Todo el que, previniendo su fin, alivia el peso de sus pecados con buenas obras, se gana amigos, que habrán de dar buen testimonio de él delante de Dios”[6]. De ese Dios, creador de cuanto existe, que es dueño de todo y Padre de todos. Por eso, él, que nos ama, quiere que nos llevemos como hermanos, ayudándonos los unos a los otros a tener una vida digna y buena[7]; una vida que llegue a ser eterna[8].
Así como en esta tierra nos la ingeniamos para que las cosas con las que contamos nos den alguna seguridad, hagámoslo mirando hacia la meta definitiva. Administremos bien lo que Dios nos ha confiado: el tiempo, el cuerpo, las emociones, los sentimientos, la inteligencia, la voluntad, el conocimiento, la experiencia, la capacidad de amar, el dinero, la naturaleza y algunas cosas. ¿Cómo hacerlo? Compartiendo lo que somos y tenemos con la familia, con los amigos, con los vecinos, con los compañeros y con los más necesitados.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] En Catena Aurea, 10601.
[2] Ídem.
[3] Cf. Aclamación: 2 Cor 8, 9.
[4] Cf. Sal 112.
[5] Ángelus, 22 de septiembre de 2019.
[6] Cf. En Catena Aurea, 10601.
[7] Cf. 1ª Lectura: Am 8,4-7. Dios no quiere que hagamos daño a nadie, especialmente al más necesitado.
[8] Cf. 2ª Lectura: 1 Tim 2,1-8. Dios quiere que todos nos salvemos.

