Dios hará justicia a quienes claman a Él (cf. Lc 18,1-18)
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La vida es maravillosa. Pero hay momentos en los que todo se complica: una enfermedad, una pena, un problema, la muerte de un ser querido. Y quizá entonces nos preguntemos: “¿Quién podrá ayudarme?”.
Pues hoy Dios, que ha creado cuanto existe, que nos ha salvado, que lo puede todo y que nos ama, nos responde a través del salmista: “el auxilio me viene del Señor”[1]. ¡Él nos echa la mano y nos lleva adelante! Solo necesitamos levantar nuestras manos y estrechar las suyas. ¡Eso es la oración!
“Él –comenta san Juan Crisóstomo– … quiere que por la oración recibas lo que su bondad quiere concederte”[2]. Así lo experimentaron Josué y el pueblo que, al ser atacados por los amelecitas, ganaban la batalla cuando Moisés oraba con las manos en alto[3]. ¡Eso es lo que logra la oración! ¡Nos hace triunfar! Por eso Jesús nos pide orar siempre y sin desanimarnos, ya que solo así, unidos a Dios, podemos vencer los obstáculos y llegar a la meta: la casa del Padre, en quien seremos felices por siempre.
Sin embargo, a veces nos da flojera orar. Otras, nos sentimos tan mal que no tenemos fuerzas para hacer oración. Y otras, al no ver resultados inmediatos, nos cansamos de orar. Pero eso es terrible, porque nos debilitamos y el enemigo comienza a ganarnos la batalla. ¿Cuál enemigo? El egoísmo, la envidia, el rencor, la indiferencia, el desaliento. ¡No lo permitamos!
Quien se convence de que es bueno para su salud hacer ejercicio y cuidar su alimentación, sabe que eso requiere vencer la flojera. Que debe perseverar, aunque se sienta de malas, sin ganas, triste o cansado. Y que para ver resultados no basta un día; que debe hacer bien las cosas y ser constante. Y en eso ayuda mucho contar con amigos que nos echen la mano.
Meditando en el apoyo que recibió Moisés para mantener las manos en alto, el Papa comenta que cuando no podemos más, la ayuda de los hermanos nos da fuerza para seguir orando[4]. ¡Eso pasa en la Iglesia! Así como Aarón y Jur sostuvieron los brazos de Moisés, la Iglesia te sostiene a ti. En ella, tú oras y todos oramos por ti. ¡Nunca estás solo!
La Iglesia es una gran familia en la que, unidos a Dios a través de su Palabra, de la Eucaristía, de la Liturgia y de la oración, nos echamos la mano unos a otros, convenciéndonos de la verdad, corrigiéndonos cuando es necesario y exhortándonos a seguir adelante, siempre por la buena[5]. ¡Hagámoslo!, teniendo presente aquello que decía santa Teresa de Jesús: “siempre estamos delante de Dios… los que oran… ven que los mira”[6].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Sal 120.
[2] En Catena Aurea 10801.
[3] Cf. 1ª Lectura: Ex 17,8-13.
[4] Homilía Domingo 16 de octubre de 2016.
[5] Cf. 2ª Lectura: 2 Tim 3,14-4,2.
[6] Vida, 8,2.