Lo que mancha es lo que sale de dentro (cf. Mc 7,1-8.14-15.21-23)
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Frecuentemente tendemos a quedarnos en la imagen, en el exterior, en lo que se ve por fuera. Eso le pasó a los fariseos y los escribas, quienes, como señala san Beda, interpretaron en sentido material las palabras espirituales de los profetas[1]. Por eso concluyeron que lo importante era estar limpios por fuera y no por dentro.
Pero puede ser que por fuera alguien se vea muy bien. Sin embargo, para saber qué tan sano está, hay que revisar su interior a través de análisis de sangre y estudios de diagnóstico, como radiografías. También para conocer qué tan sanos estamos espiritualmente, hay que revisar nuestro interior: nuestro corazón, de donde sale lo bueno y lo malo, como explica Jesús.
¿Qué hay en aquel que es orgulloso? ¿En el que ofende y difama? ¿En quien vive desenfrenadamente o es violento? ¿En el que engaña a quien prometió amor y fidelidad, y no le importa hacer trizas un hogar? ¿En el que usa a la gente? ¿En el que es mentiroso, injusto, corrupto, flojo o indiferente?
“Las actitudes exteriores –señala el Papa– son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón y no al revés” [2]. Por difícil que sea una situación, somos libres de decidir lo que hacemos. Podemos evitar que entren en nuestro corazón la arrogancia y cualquier cosa negativa que nos enferman con malos propósitos que luego se convierten en malas acciones.
¿Cómo inmunizarnos y tener sano el corazón? Aceptando la Palabra de Dios y llevándola a la práctica[3]. Cumpliendo sus mandamientos[4]. Siendo honrados y justos[5]. Celebrando la Liturgia, especialmente la Eucaristía, y orando. Así estaremos tan fortalecidos, que nada de fuera podrá hacernos perder el rumbo, y saldrán de nosotros palabras y acciones buenas que hagan el bien, en casa y en nuestros ambientes.
Quizá, como a san Agustín, nos de miedo entrarle a esa vida sana. Pero al igual que él, armémonos de ese valor que él expresó así: “Arrójate con confianza en los brazos del Señor… Él te recibirá y te sanará… tus malos deseos quedarán amortiguados. Ellos te prometen deleites, pero no pueden compararse con los que hallarás en la Ley de tu Dios y Señor”[6].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] In Marcum, 2, 29.
[2] Cf. Ángelus Domingo 30 de agosto de 2015.
[3] Cf. 2ª Lectura: St, 1, 17-18.21-22.27.
[4] Cf. 1ª Lectura: Dt 4,1-2.6-8.
[5] Cf. Sal 14.
[6] Confesiones, VIII, 9, 25.27.

