Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 60-69)
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“Señor –dijo Pedro–, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Pedro fue realista. Se dio cuenta que todo lo que tenemos en el mundo, por maravilloso que sea, no sacia nuestra hambre de infinito, como señala el Papa[1].
Habrá gente que nos quiera. Habrá cosas que nos ayuden a cuidar nuestra salud, a conocer más, a divertirnos y a tener una vida más placentera, cómoda y mejor. Pero todo eso es limitado y tarde o temprano se termina.
Solo Jesús puede llenarnos totalmente y hacernos dichosos por siempre. Por eso lo necesitamos. Necesitamos abrirnos a sus palabras, que son espíritu y vida. Porque si nos cerramos en nuestras ideas, terminaremos como aquellos discípulos a los que no les gustó lo que les dijo y dejaron de seguirlo.
Ellos querían un salvador a su manera; alguien que les solucionara las cosas del momento, sin ver más allá. Por eso, desilusionados, dejaron a Jesús. Pero, ¿a quién fueron? ¿Quién más puede ofrecer un amor incondicional e infinito, capaz de llenar la vida, de darle sentido y de hacerla por siempre feliz?
Por eso, con realismo, podemos decirle a Jesús: “Señor, ¿a quién iré? Solo tú, el único Dios que nos ha creado y nos ha amado hasta hacerse uno de nosotros y dar la vida, puedes liberarnos del pecado, compartirnos tu Espíritu y unirnos a ti para hacernos partícipes de tu vida plena y eterna[2].
Necesitamos esa vida que nos comunicas en tu Palabra, en la Liturgia, en la oración y sobre todo en la Eucaristía. Por eso, como Josué y el pueblo, queremos seguirte a ti, que eres Dios[3]. Porque, como exclama san Agustín, fuera de Dios, ¿dónde hay seguridad verdadera?[4]
No queremos adorar lo que no es Dios. No queremos quedarnos enganchados en lo limitado. Queremos ir más allá. Solo tú puedes mostrarnos cómo vivir de verdad; cómo hacer de la casa un verdadero hogar y del mundo un lugar en el que todos tengamos una vida digna, progresemos y estemos en paz[5].
Solo tú haces que disfrutemos las alegrías sin temor a que terminen. Solo tú puedes consolarnos en la enfermedad, en las penas, en los problemas y en la muerte. Porque todo pasará y contigo nos espera algo infinitamente grande y sin final. ¿A quién otro iremos? Solo tú, Jesús, tienes palabras de vida eterna.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Ángelus, Domingo 23 de agosto de 2015.
[2] Cf. 2ª Lectura: Ef 5, 21-32.
[3] Cf. 1ª Lectura: Jos 24, 1-2a. 15-17. 18.
[4] Cf. Confesiones, II, 6, 2.
[5] Cf. Sal 33.