¿Quién es mi prójimo? (cf. Lc 10,25-37)
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La vida es muy bonita, pero a veces nos asaltan enfermedades, penas, problemas y violencias que nos roban la autoestima y nos dejan sin ganas de seguir adelante. Y lo peor que puede pasarnos en esos momentos es sentirnos solos, pensar que nada tiene sentido y creer que no hay esperanza.
Pero Dios, que es bueno, no se olvida de nosotros[1]; nos echa la mano enviándonos a Jesús, quien, como señala san Agustín, es ese buen samaritano[2], que, al ver cómo el pecado nos despojó de la vida al alejarnos de Dios, se nos aproximó haciéndose uno de nosotros para curarnos, derramando por amor su sangre en la cruz[3].
Así nos ha dado su Espíritu, nos ha unido a sí mismo y nos ha hecho hijos de Dios, partícipes de su vida plena y eterna, que consiste en amar. Y, como explica san Juan Crisóstomo, nos ha confiado al cuidado de la Iglesia[4], que nos fortalece con la Palabra de Dios, la Eucaristía, la Liturgia, la oración y a través de las personas.
Pero además nosotros somos Iglesia; por tanto, debemos hacernos cargo de los demás, como nos pide Dios en sus mandamientos, que no son superiores a nuestras fuerzas[5]. ¡Al contrario! Solo amando vivimos conforme a nuestra naturaleza[6]. Solo amando nos realizamos. Solo amando construimos una familia y un mundo mejor y en paz. Solo amando alcanzamos la eternidad.
El Papa comenta que en la parábola del buen samaritano, Jesús nos hace ver que “la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás” [7]. Por eso, lo que le pasa a uno, nos afecta de alguna manera a todos. De ahí que la indiferencia sea muy peligrosa. “Los salteadores del camino –explica el Santo Padre– suelen tener como aliados secretos a los que pasan por el camino mirando a otro lado”[8].
Por eso Jesús nos invita a no preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos[9]. ¿Qué tan cercano eres a tu esposa, a tu esposo, a tus hijos, a tus papás, a tus hermanos, a tu suegra, a tu nuera, a tus vecinos, a tus compañeros y a la gente más necesitada? ¿Eres sensible a lo que sienten y lo que les pasa? ¿Haces algo para ayudarlos a tener una vida mejor?
Como Jesús se ha hecho tu prójimo, hazte prójimo de los demás. No pases de largo frente a la necesidad de amor, respeto y cercanía de tu familia. No hagas como que no ves a quien sufre bullying, injusticia, falta de oportunidades, soledad, ignorancia, pobreza, violencia, adicciones, y a quien ha tenido que dejar su tierra en busca de un futuro mejor.
Tu puedes hacer algo por ellos. Pero no lo hagas solo. “El samaritano –comenta el Papa– buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre… estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades” [10]. Hagamos equipo, como familia, como Iglesia y como sociedad para construir juntos un hogar, un México y un mundo mejor y en paz.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Sal 68.
[2] Cf. Sermón 171, 2.
[3] Cf. 2ª Lectura: Col 1,15-20.
[4] Cf. En Catena Aurea, 10029.
[5] Cf. 1ª Lectura: Dt 30,10-14.
[6] Cf. SAN BASILIO, en Catena Aurea, 10025.
[7] Fratelli tutti, 66. 73. 75.
[8] Ibíd., 73. 75.
[9] Ibíd., 80.
[10] Ibíd., 78.

