Salió el Sembrador a sembrar (cf. Mt 13, 1-23)
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La vida es maravillosa.
Porque a pesar de las penas y los problemas, el Padre nos tiene reservado algo infinitamente grande, que jamás terminará[1]. Para eso envió a Jesús, que nos ha liberado del pecado, nos ha compartido su Espíritu y nos ha hecho hijos de Dios, partícipes de su vida por siempre feliz[2].
¡Esto es lo que él ha sembrado en nuestras vidas! ¡La semilla de la dicha eterna! ¿Qué nos toca hacer? Recibirla para que germine y dé fruto. Por eso Jesús nos invita a ver si lo estamos haciendo a través de la parábola del sembrador que siembra en diferentes terrenos, y que es como un “test” para que nos confrontemos con los ejemplos que pone y tomemos la decisión correcta.
¿Somos de los que dejan que cualquier película, libro, artículo o comentario contra Dios o que difunda un escándalo de la Iglesia nos arrebate la fe que Jesús ha sembrado? ¿Somos de los superficiales e inconstantes que se emocionan un rato, pero que cuando llega una pena o un problema mandan todo a volar? ¿O somos de los que dejan que el egoísmo, los placeres, las malas amistades, las ambiciones, las envidias y los rencores sofoquen lo que Jesús ha sembrado? ¡Grave error! Porque como dice san Jerónimo, todo en esta tierra es pasajero[3].
Por eso, decidámonos a ser de los que reciben a Jesús y dan fruto, dejando que Dios, que nos cuida y nos enriquece[4], nos nutra a través de su Palabra, de sus sacramentos, de la oración, del prójimo y de los acontecimientos. Así daremos el gran fruto de comprender que, como dice el Papa, Jesús nos invita a ser sembradores con él[5].
¡Sí! Jesús nos pide que seamos sembradores de fe, esperanza y amor, siendo comprensivos, justos, pacientes, solidarios, serviciales, perdonando y pidiendo perdón. Quizá a veces nos sintamos desanimados y sin fuerzas, y el terreno nos parezca difícil en casa y en el mundo. Pero si queremos salir adelante, hay que aprender de Jesús, que, como dice san Juan Crisóstomo, no escatimó semilla alguna[6].
Con Jesús y como Jesús, seamos sembradores de amor y de cosas buenas, con nuestras palabras y nuestras obras, echándole la mano a los que nos rodean, especialmente a los que más lo necesitan. Así podremos construir una familia y una sociedad mejores, y alcanzar la felicidad que no tendrá fin.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 2ª Lectura: Rm 8,18-23.
[2] Cf. 1ª Lectura: Is 55,10-11.
[3] Cf. Catena Aurea, 4318.
[4] Cf. Sal 64.
[5] Cf. Ángelus, 3 de julio de 2014.
[6] Cf. Homiliae in Matthaeum, hom. 44,3.

