El deseo de paz de ustedes se cumplirá (cf. Lc 10, 1-12. 17-20)
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Todos soñamos con un mundo mejor. ¿Verdad? Pero hay que construirlo. Por eso, además de enviar a los doce apóstoles y a otros setenta y dos discípulos, Jesús, nos envía a nosotros a colaborar con él, que ha venido a transformarlo todo[1].
Siendo Dios, se hizo uno de nosotros para traernos la paz[2], con el único poder capaz de hacerla realidad: el amor. Por eso san Pablo se gloría de la cruz de Cristo[3], en la que nos demostró que es posible amar y hacer el bien, aún en las peores circunstancias.
“Pónganse en camino”, nos dice Jesús, enviándonos a nuestra familia, a nuestros ambientes y al mundo. Y nos explica cómo hacer las cosas: orando, siendo buenos, confiando en Dios, sin apegos, sin perder tiempo, entrando en la vida de los demás, no dejando las cosas a medias, curando los cuerpos y las almas, y ayudando a todos a unirse a Dios, sin desalentarnos ante los rechazos.
“La misión –recuerda el Papa– se basa en la oración”[4]. Necesitamos unirnos a Dios a través de su Palabra, de la Eucaristía, de la Liturgia, de la oración y de las personas. Una oración que no se centre solo en nosotros mismos y en lo que queremos, sino que abarque a los demás, pidiendo a Dios que envíe gente buena dispuesta a trabajar en este mundo que él ha creado y salvado.
Jesús nos previene que el ambiente no será fácil, pero nos pide que no nos enganchemos, sino que nos mantengamos buenos, confiando en Dios más que en nuestras fuerzas o recursos. Eso es lo que nos hace ver, como explica san Gregorio, cuando dice que somos enviados como corderos en medio de lobos, y que no debemos llevar nada para el camino[5].
También nos dice que no hay que perder tiempo y entrar en la vida de los demás para echarles la mano, compartiéndoles la paz del amor que Jesús nos trae. Esa paz que, como señala san Juan Crisóstomo, nos hace capaces de vencer los malos deseos[6], y de hacer el bien, siendo comprensivos, justos, solidarios, pacientes, serviciales, perdonando y pidiendo perdón.
Claro que esto requiere dedicación, paciencia y constancia, porque quizá no lo consigamos a la primera. Por eso Jesús nos pide no dejar las cosas a medias, saltando de una cosa o otra, y no desanimarnos por los rechazos.
Ante tu familia y ante un mundo que necesita tanto, no seas un simple espectador. No te quedes esperando que otros hagan algo. Date cuenta que Jesús te envía en compañía de toda la Iglesia a comunicar la fuerza de su amor, capaz de transformarlo todo, de llenarlo de paz, y de inscribir tu nombre en el cielo.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Sal 65.
[2] Cf. 1ª Lectura: Is 66, 10-14.
[3] Cf. 2ª Lectura: Gál 6,14-18.
[4] Ángelus, 7 de julio de 2019.
[5] Cf. In Evang., hom. 17.
[6] Cf. In Epis. Ad Col. 3 et in Sal 124.