Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? (cf. Lc 9, 18-24)
…
“¿Quién dice la gente que soy yo?”. Con esta pregunta, como dice el Papa, Jesús nos invita a interesarnos por los demás[1]; nos pide que nos demos tiempo para escucharlos con apertura y así saber qué sienten, qué piensan, qué les pasa, qué necesitan y qué sueñan.
¿Quién es Jesús para mi pareja, para mis hijos, para mis papás, para mis hermanos, para mis amigos, para mis compañeros y para la gente que trato? ¿Lo conocen? ¿Están cerca de él? ¿Procuran vivir como enseña? Esto es muy importante. De eso depende la forma de ver la realidad, el sentido que se le dé a la vida y la manera de relacionarse con uno mismo y con todo. ¡De eso depende el presente y el futuro de mi familia, de las personas que amo y de los demás!
Por eso Jesús nos hace otra pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Nos invita a entrar en nosotros mismos y escucharnos. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Es mi Dios y mi salvador? ¿Siento que me ama? ¿Lo amo? ¿Es su Palabra lo que inspira mi forma de ser, de pensar, de decidir, de hablar y de actuar? ¿Lo encuentro en la Eucaristía, en la Liturgia y en la oración? ¿Lo miro en el prójimo, procurando amar como él me ha amado? ¿Es mi modelo?
Pedro, entrando en sí mismo y encontrándose con Dios, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Descubrió que Jesús era el salvador. Pero no tenía muy claro cuál era la salvación que nos traía y la manera de realizarla. Por eso Jesús aclara las cosas; nos hace ver que él no viene a solucionar cosas pasajeras sino a hacer nuestra vida plena en esta tierra y eterna en el cielo. Y que la manera de hacerlo no es imponiéndose, sino amando y haciendo el bien, hasta dar la vida.
Así Jesús, que nos ha purificado de todos nuestros pecados[2], nos enseña cómo salir adelante; amando y haciendo el bien, dándolo todo para hacer que nuestra vida y la vida de la familia y de los que nos rodean sea cada vez mejor, conscientes de que él nos ha hecho hijos de Dios y hermanos de todos[3].
Sal de la prisión del egoísmo y sigue a Jesús por el camino del amor. Así, como explica san Ambrosio, ya no temerás a la muerte, porque, si estás con él, no morirás para siempre[4], sino que te saciarás de lo mejor por toda la eternidad[5].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
__________________________
[1] Cf. Homilía, 10 de noviembre de 2015.
[2] Cf. 1ª Lectura: Zac 12, 10-11; 13,1.
[3] Cf. 2ª Lectura: Gal 3, 26-29.
[4] Cf. Catena Aurea, 9923.
[5] Cf. Sal 62.