¿Porque tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe? (cfr. Mc 4,35-41)
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En esta vida no faltan tormentas: crisis, enfermedades, penas y problemas en casa, en la escuela y en el trabajo; desiluciones, caídas y adicciones; angustias económicas, la muerte de seres queridos, la pandemia ¡Tantas cosas! Y quizá, más de una vez hemos sentido que estamos a punto de naufragar, y lo peor: que parece que Dios está dormido.
Sin embargo, como a Job, el Señor nos habla desde la tormenta. Lo hace a través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración y de las personas. Así nos ayuda a ver que él le ha puesto un límite al mal[1]. Y ese límite es Jesús, que, haciéndose uno de nosotros y amando hasta dar la vida, ha vencido el pecado y la muerte, y ha hecho triunfar para siempre el bien y la vida.
Así cambia la tempestad en suave brisa, y nos lleva al puerto anhelado: la casa del Padre, donde seremos felices por siempre[2]. Si acudimos a él, comprobaremos, como dice san Beda, que pronto restablece la tranquilidad[3]. Porque Jesús nos hace ver más allá de los criterios humanos[4]; nos ilumina con la luz de la fe que, como afirma el Papa, da sentido a cada acontecimiento, feliz o triste[5].
“¡Mira! –dijo Jesús a santa Juliana de Norwich–… Yo conduzco todas las cosas… sé transformar todo en bien, quiero transformar todo en bien, haré que todo esté bien… todo acabará bien… Acéptalo ahora en fe y confianza, y al final lo verás” [6].
Así supo hacerlo san José, en quien, como dice el Papa, Jesús, vio la ternura de Dios. Y aunque tuvo que enfrentar tormentas, José comprendió que fe es creer que Dios puede actuar incluso a través de nuestros miedos y debilidades, y que, a la luz de la fe todo tiene sentido, las alegrías y las penas[7].
De esta manera pudo aceptar la vida como es, aceptar a los demás como son, y, con valentía creativa, transformar un problema en una oportunidad, encontrando la felicidad en el darse a los demás[8].
Que el ejemplo de san José nos inspire a todos, especialmente a los papás, que hoy celebran su día, y que tienen la gran misión de introducir a sus hijos en la realidad, para hacerlos capaces de elegir y ser libres[9].
Y ser libre de verdad es, como dice el Papa, no dejar de lado a Dios, sino reconocer que lo necesitamos y pedirle ayuda[10], comprometiéndonos a estar con la familia y los que más lo necesitan, sobre todo en las tormentas, amando y haciendo el bien. Así estaremos colaborando con Dios a que todo acabe bien.
Mons. Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 1ª Lectura: Jb 38,1.8-11.
[2] Cf. Sal 106.
[3] Cf. en Catena Aurea, 6435.
[4] Cf. 2ª Lectura: 2 Cor 5,14-17.
[5] Cf. Patris corde 5.
[6] Libro de visiones y revelaciones, Edición y traducción de María Tabuyo, Ed. Trotta, Madrid, 2002, Capítulos 11, 31 y 32.
[7] Cf. Patris corde, 2.4.5.
[8] Ibíd., 5.7
[9] Ibíd., 7
[10] Cf. Ángelus, 20 de junio 2021.