No teman, ustedes valen mucho. Den testimonio de mi (cf. Mt 10, 26-33)
…
En la vida tenemos muchos miedos. Y es normal. El problema es dejarnos dominar por ellos. Porque entonces nos replegamos en nosotros mismos, nos ponemos a la defensiva, nos quedamos solos, nos estancamos y perdemos el rumbo. Por eso Jesús, que nos conoce y nos ama, nos hace ver lo que realmente debemos temer: a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo ¿Y quién es ese? Nosotros mismos. Porque son nuestras decisiones las que nos salvan o las que nos condenan.
Si por temor a que digan que no estamos a la moda nos volvemos egoístas, superficiales, indiferentes a Dios y adictos a los placeres; si por temor a que nos hagan menos tratamos mal a la gente y la criticamos; si por temor a que digan que somos unos fracasados buscamos llenarnos de cosas, siendo injustos, corruptos e insensibles a los que nos rodean, entonces estamos arrojando al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
Para que eso no nos suceda, Jesús nos hace ver que no debemos temer a los que puedan hacernos daño en esta vida, porque aquí todo se pasa; tarde o temprano termina. Por eso hay que mirar más allá, para no dejarnos enganchar y seguir adelante, hasta la meta: el cielo.
Quitándonos el temor de lo que no vale tanto, Jesús, como dice san Juan Crisóstomo: “nos hace superiores a los oprobios”[1], y nos revela la razón: el Padre, creador de todo, nos ama y cuida de nosotros ¡Valemos mucho para él! Eso eleva nuestra autoestima y hace que no andemos mendigando la aceptación de otros, dispuestos a degradarnos, traicionando nuestra dignidad de hijos de Dios.
Aunque según la opinión de algunos estemos fuera de moda y seamos unos fracasados por vivir como Jesús enseña, en realidad vamos por el camino que hace la vida por siempre feliz. Por eso, hagámosle caso a Jesús. En él se desborda la gracia de Dios[2], que está a nuestro lado, en su Palabra, en sus sacramentos, en la oración y en el prójimo. Y con su ayuda, nada podrá con nosotros[3]. Él nos libera para que, como dice el Papa, no tengamos miedo de quien se ríe de nosotros, de quien nos maltrata, de quien nos ignora[4].
Vivamos amando y haciendo el bien, como Jesús enseña; ayudemos a la familia y a los que nos rodean a liberarse de sus temores, tendiéndoles la mano y haciéndoles ver que, quienes buscan a Dios, tendrán más ánimo[5]. Porque él, como dice Benedicto XVI, no quita nada y lo da todo[6].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
______________________________________
[1] Cf. Homiliae in Matthaeum, hom. 34, 3.
[2] Cf. 2ª. Lectura: Rm 5,12-15.
[3] Cf. 1ª. Lectura: Jr 20,10-13.
[4] Cf. Ángelus, Domingo 25 de junio de 2017.
[5] Cf. Sal 68.
[6] Cf. Homilía en el inicio del ministerio petrino, 24 de abril de 2005.