El Reino de Dios es como un grano de mostaza (cf. Mc 4, 26-34)
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Todos queremos ser felices por siempre ¿Verdad? ¡Eso es precisamente el Reino de Dios! Es estar con el Padre, creador de todo, y gozar de su amor eternamente.
Y ese Reino comenzó, como todas las cosas, poco a poco; fue inaugurado por Jesús, que se “sembró” en el seno de la Virgen María, creció y echó raíces en la tierra para, amando hasta dar la vida, compartirnos su Espíritu y hacer que “anidemos” en él, formando parte de su cuerpo, la Iglesia[1].
Sin embargo, quizá sintamos que por ahora ese Reino es poca cosa en comparación a los placeres, a las diversiones, al dinero y a otros proyectos. O puede ser que, aún valorándolo, acostumbrados a que todo sea rápido, sintamos que tarda demasiado en crecer. Así podemos terminar yéndonos con la finta y, desesperados, volar hacia otras cosas, que, además de no llenar, tarde o temprano terminarán.
Por eso Jesús nos invita a descubrir que, aunque frente a otras cosas el Reino de Dios parezca insignificante, va creciendo poco a poco en nosotros y en el mundo, incluso cuando parece que todo está en su contra, como dice el Papa[2]. Solo necesitamos dejarlo desarrollarse a través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración, y amando y haciendo el bien a los demás, como aconseja san Gregorio Magno[3].
No nos vayamos con la finta, ni seamos desesperados. Nadie puede ser perfecto de la noche a la mañana, ni las cosas en casa y en el mundo van a mejorar de un día al otro. Hay que avanzar paso a paso, guiados por la fe[4], ayudando a los demás con paciencia.
No seamos como aquél que entró a la farmacia y preguntó: “¿Tiene pastillas para la impaciencia?”. Y al ver que el vendedor titubeaba, gritó: “¡Olvídelo!”. Luego fue a la Iglesia, y rezó: “Dios, dame paciencia ¡Pero ya!”.
Sepamos discernir. Tengamos confianza, esperanza y paciencia. Y echémosle ganas. Así, cuando llegue el momento, podremos gozar del fruto del amor unidos a Dios por toda la eternidad[5].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 1ª Lectura: Ez 17, 22-24.
[2] Cf. Ángelus 17 junio 2018.
[3] Cf. Catena Aurea, 6426.
[4] Cf. 2ª Lectura: 2 Cor 5, 6-10.
[5] Cf. Sal 91.