Jesús envió a sus apóstoles (cf. Mt 9, 36- 10,8)
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Dios nos quiere mucho. ¿Y cómo no, si él nos creo?¡Somos suyos[1]! Por eso, cuando vio el lío en que nos metimos al desconfiar de él, nos echó ganas, como dice el Papa[2], y nos envió a Jesús, que se hizo uno de nosotros para liberarnos del pecado, unirnos a su cuerpo –que es la Iglesia–, compartirnos su Espíritu, y hacernos hijos de Dios, partícipes de su vida por siempre feliz.
Así Jesús, que amando hasta dar la vida nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos ha llevado al Padre[3], nos demuestra que siente pasión por nosotros. Le interesa lo que nos pasa. Cuando no teníamos fuerzas para salir del pecado, lo dio todo para sacarnos adelante[4].
Su amor es tan grande, que envió a los doce a compartir la gran noticia de que en él ha llegado a nosotros el Reino de Dios, y que podemos vivirlo en su Palabra, en la Eucaristía, en la Liturgia, en la oración y en el prójimo, si nos arrepentimos del mal que hemos hecho y creemos en el Evangelio[5].
¿Y saben qué? Que esta misión continúa hasta el día de hoy, a través de los obispos, sucesores de los apóstoles, de los sacerdotes y de los diáconos, de las personas consagradas y de muchos laicos comprometidos.
Sin embargo, queda mucho por hacer. ¡El mundo es tan grande y son tantos los que necesitan experimentar el amor de Dios! Ese amor que libera, que sana, que cuida, que levanta, que muestra el camino y que nos acompaña.
Por eso Jesús nos pide rogar a Dios, dueño del mundo, que envié gente buena que, como dice san Hilario, distribuyan el don del Espíritu Santo[6], que es el amor. ¿Y sabes qué pasará si lo haces? Que él te ayudará a sentir pasión por tu familia y los que te rodean, especialmente los más necesitados, y a darte cuenta de que él te envía a que hagas algo por ellos, con tu oración, tus palabras y tus obras.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Sal 99.
[2] Cf. Encuentro con las familias, Tuxtla Gutiérrez, 15 de febrero de 2016.
[3] Cf. 1ª. Lectura: Ex 19, 2-6.
[4] Cf. 2ª. Lectura: Rm 5, 6-11.
[5] Cf. Aclamación: Mc 1,15
[6] In Matthaeum, 10.