Jesús envió a sus apóstoles (cf. Mt 9, 36- 10,8)
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Jesús se compadece de la gente. Pero, ¿qué es la compasión? ¿Es lástima por alguien? No. Es algo mucho más grande, que brota del amor y que hace sentir pasión por lo que a otro le pasa, y que impulsa a echarle la mano.
Eso es lo que hace Dios: libera a su pueblo de la esclavitud, lo eleva y guía[1]. Y eso es lo que hace Jesús; nos libera del pecado, nos comparte su Espíritu y nos eleva al Padre, haciéndose uno de nosotros y dando la vida[2].
Lo único que necesitamos para alcanzar la vida por siempre feliz que nos ofrece es creer en él[3]. Sin embargo, a veces dejamos que las cosas, las penas y los problemas nos saquen del camino, hasta que, lejos de Dios, caminamos y caminamos sin llegar a ningún lado, sintiéndonos cada vez más extenuados y desamparados.
Pero Jesús no se queda mirándonos, sino que siente pasión por lo que nos sucede y por lo que sentimos, y nos echa la mano enviándonos a sus discípulos. Porque la misión que les confió a ellos continúa ahora a través de sus sucesores y de mucha gente buena.
Sin embargo, aunque haya muchos sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y laicos que anuncien el Evangelio, que celebren al Señor, que nos compartan su fuerza, que oren por nosotros, y que trabajen por un mundo mejor, aún queda mucho por hacer.
Sí, el mundo es muy grande, y en él hay millones de personas confundidas, que no le encuentran sentido a la vida, que viven sumidas en el egoísmo, la mentira, la corrupción, el consumismo y las adicciones; mucha gente enferma, que sufre, y que es víctima de chismes, injusticias, pobreza y violencia.
Por eso Jesús nos pide rogar a Dios, que nos hizo y de quien somos[4], que envíe trabajadores a sus campos; que oremos para que, como dice san Hilario, “nos envié gran número de distribuidores de este don del Espíritu Santo”[5].
¿Y saben qué es lo primero que hará Dios en nosotros a través de la oración? Que sintamos compasión por los demás, como Jesús. Que sintamos pasión por lo que le sucede a la esposa, al esposo, a los hijos, a los papás, a los hermanos, a los vecinos, a los compañeros, y a los que nos rodean, especialmente a los más necesitados.
Y lo segundo que hará en nosotros, es que nos demos cuenta que él nos envía a hacer algo por ellos. A que proclamemos a la familia y a todos que, como dice el Papa: “Dios nos ama… y nos llama a ser parte de su Reino”[6]. Hagámoslo con nuestra oración, nuestras palabras y nuestras obras.
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 1ª. Lectura: Ex 19, 2-6.
[2] Cf. 2ª. Lectura: Rm 5, 6-11.
[3] Cf. Aclamación: Mc 1,15
[4] Cf. Sal 99.
[5] In Matthaeum, 10
[6] Ángelus, 7 de julio 2019.

