He venido a dar plenitud a la Ley y los profetas (cf. Mt 5, 17-37)
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Sin duda, una de las obras musicales más famosas del mundo es la Quinta Sinfonía de Beethoven. ¿Quién no ha escuchado su motivo de cuatro notas: “¡Ta-ta-ta-taa…!”?. Y es impresionante saber que cuando la compuso (1804-1808), Beethoven se había quedado sordo. Pero no se resignó. A las más de 50 obras que había compuesto para 1804, le siguieron el triple.
¿Cómo lo logró? Dándose cuenta de lo que podía hacer y esforzándose para hacerlo. “Dios, tu que miras en lo profundo de mi alma –escribió–, sabes que amo al prójimo y deseo hacer el bien… cuando algún día lean estas palabras… que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos… hizo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado entre los hombres dignos” [1].
¡Eso es lo que Jesús quiere que anhelemos! El auténtico éxito, que nunca termina, conscientes de que a cada uno le será dado lo que escoja[2]. Si elegimos el camino que Dios nos muestra en sus mandamientos, alcanzaremos la dicha eterna[3]. Lo demás, por atractivo que sea, por mucho que esté de moda y por más que nos ofrezca, tarde o temprano se termina. ¡Solo la sabiduría divina puede conducirnos a la gloria sin final[4]!
Esa sabiduría divina se ha hecho uno de nosotros en Jesús, que nos invita a no conformarnos con lo menos, sino a dar lo más. Porque en la vida, al igual que con el ejercicio, el que hace el mínimo esfuerzo, obtiene el mínimo resultado. ¿Queremos eso? Yo creo que no. Por eso, como un buen entrenador, Jesús nos dice: “¡Échale ganas! Tú puedes más”.
Él, como explica san Juan Crisóstomo, nos invita a preceptos más altos[5]. Nos anima a ir más allá del “no matarás”, “no cometerás adulterio”, “no jurarás en falso”. Nos hace ver que, como explica el Papa: “Cuando se cede a las tentaciones y pasiones, uno no es señor y protagonista de su vida, sino que se vuelve incapaz de manejarla con voluntad y responsabilidad[6].
Eres hijo de Dios, que te llama a lo grande. No dejes que nada te degrade. No te permitas pensamientos, palabras, acciones u omisiones que puedan dañar a tu familia y a los demás. Elije a Jesús, que a través de su Palabra, de la Eucaristía, de la Liturgia de la oración y del prójimo te da la fuerza para que sigas su camino de amor, y así puedas realizarte de verdad, construir un hogar y un mundo mejor, y alcanzar el éxito de una vida por siempre feliz con él. ¡A dar siempre más!
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Testamento, Heiglnstadt, 6 de octubre de 1802.
[2] Cf. 1ª Lectura: Ecclo 15, 16-21.
[3] Cf. Sal 118.
[4] Cf. 2ª Lectura: 1 Co 2,6-10.
[5] Cf. Homiliae in Matthaeum, hom. 16, 5.
[6] Ángelus, 16 de febrero de 2020.