El Espíritu del Señor está sobre mí (cf. Lc 4, 16-21)
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Todos en la sinagoga miraban a Jesús. Habían escuchado las maravillas que hacía y esperaban que él fuera el enviado de Dios para mejorar sus vidas. También nosotros lo esperamos; esperamos que él haga que todo sea mejor en nosotros, en casa, en la Iglesia y en el mundo. ¡Lo necesitamos tanto!
¿Y qué dice Jesús? Haciéndonos ver las cosas a la luz de la Palabra de Dios, nos da la buena noticia de que sí; que él, como explican san Teofilacto, san Cirilo y san Ambrosio, es el enviado del Padre, creador de todo, para que, con la fuerza de su Espíritu, nos saque de la cautividad del pecado, nos cure de la ceguera del egoísmo, nos libere de la opresión de la muerte, y nos una a Dios, en quien somos felices por siempre[1].
¡Escuchemos esta buena noticia! Dejemos que la Palabra de Dios nos haga ver la realidad. Así descubriremos que, aunque parezca lo contrario, él actúa en nuestra vida y en el mundo. Que en Jesús, como recuerda el Papa: “se inicia y se hace vida el futuro prometido. ¿Cuándo? Ahora”[2]. Un futuro que estamos llamados a trabajar hoy, porque desde nuestro bautismo estamos unidos a Jesús y compartimos su misión.
Somos miembros de su cuerpo, la Iglesia. Aunque seamos muchos y diferentes, somos uno y nos necesitamos unos a otros[3]. ¡Nadie está de sobra! El que la pareja, los hijos, los papás y los demás sientan, piensen, hablen y actúen de forma diferente a la nuestra hace posible que nos complementemos y que, unidos a Jesús, avancemos y construyamos juntos, desde ahora, un futuro mejor.
No dejemos las cosas como están. Con Jesús podemos hacer que todo mejore, caminando juntos, como un solo cuerpo, sabiendo encontrar y escuchar a Dios, a nosotros mismos y a los demás para distinguir mejor la realidad y la manera correcta de ir construyendo, en casa y en el mundo, el futuro que todos soñamos.
¡Entrémosle! No nos desanimemos por nuestras limitaciones y fallas. No pensemos que somos demasiado jóvenes o muy viejos para trabajar el mañana. No dejemos que las malas experiencias nos corten las alas y nos enjaulen en el “no se puede”. ¡Vivamos el ahora de Dios! Eso será, como dice el Papa, lo que nos haga levantarnos por la mañana y lo que nos impulse en los momentos difíciles[4].
Para lograrlo, dejémonos ayudar por Dios, través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración y de las personas. ¡Celebrarlo es nuestra fuerza[5]! Lo que él nos dice es perfecto y reconforta el alma[6]. Nos da el motivo, la guía y la energía para que, pase lo que pase, sigamos adelante, hasta llegar a la meta.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. en Catena Aurea, 9414.
[2] Cf. Homilía en la Misa por la Jornada Mundial de la Juventud, Panamá, 27 de enero de 2019.
[3] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 12, 12-30.
[4] Cf. Homilía en la Misa por la Jornada Mundial de la Juventud, Panamá, 27 de enero de 2019.
[5] Cf. 1ª Lectura: Neh 8, 2-4.5-6.8-10.
[6] Cf. Sal 18.