Echen la red y encontrarán(cf. Jn 21,1-19)
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¡Jesús ha resucitado! Sin embargo, los problemas, las penas y la muerte no paran. Por eso quizá sintamos que no hay de otra que resignarse a seguir viviendo como si su resurrección no tuviera ningún impacto. Eso le pasó a Pedro y a los discípulos. “El peso del sufrimiento –explica el Papa–… de la desilusión… se había convertido en una piedra… la buena nueva de la Resurrección no había echado raíces en su corazón”[1].
Aunque saben que Jesús ha resucitado, sintiendo que eso no ha cambiado nada, regresan a su vida anterior, tratando de salir adelante haciendo lo que antes hacían. Van a pescar de noche. Pero aunque se esforzaron, no pescaron nada.
¡Cuántas veces nos pasa igual! Desilusionados al ver que, aunque creemos en Jesús, todo sigue igual en nosotros, en casa y en esta tierra, tratamos de salir adelante haciendo lo que antes hacíamos, como si su resurrección no tuviera la menor influencia en el mundo real. Pero al final, después de mucho luchar, nos damos cuenta que eso no llena.
El grupo que Jesús había reunido, a pesar de todo lo que había sufrido y de que parecía que todo estaba perdido, permanecía unido, con Pedro a la cabeza. Y así, juntos, experimentan cómo en medio de sus esfuerzos, de sus angustias y de sus fracasos, Jesús resucitado sale a su encuentro y dialoga con ellos, como señala san Juan Crisóstomo [2].
Si al igual que los discípulos, a pesar de todas las dificultades, permaneces unido a tu familia, a la sociedad y a la Iglesia, con la guía del Sucesor de Pedro, también experimentarás cómo el Resucitado sale a tu encuentro en su Palabra, en la Eucaristía, en la Liturgia, en la oración y en las personas, y te hace revivir[3].
“El Señor –explica el Papa– no espera situaciones ni estados de ánimo ideales, los crea”[4]. Él, que camina con nosotros, aún en los peores momentos, nos devuelve la confianza y nos invita a seguirle echando ganas para rescatar a la familia y a los que nos rodean de las turbulentas olas de este mundo, inestable y finito, y, como dice san Gregorio, llevarlos a la estabilidad del eterno descanso[5].
¿Cómo lograrlo? Siguiendo su estilo de pesca, que consiste en amar y hacer el bien, aunque a veces no sea fácil. Porque ser comprensivo, paciente, solidario y servicial no es algo que esté muy de moda. Y actuar con justicia, perdonar y pedir perdón, frecuentemente se opone a los intereses de algunos.
Pero así como los apóstoles no se dejaron limitar por el Sanedrín, sigamos adelante, sin permitir que nada ni nadie nos impida compartir con todos la grandeza del amor de Dios[6], confiando en Jesús, que tiene el poder y la gloria por los siglos de los siglos[7].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Misa en la Plaza del Príncipe Alejandro I (Sofía), 5 de mayo de 2019.
[2] Cf. en Catena Aurea 4101.
[3] Cf. Sal 29.
[4] Cf. Misa en la Plaza del Príncipe Alejandro I (Sofía), 5 de mayo de 2019.
[5] Cf. In Evang., hom. 24.
[6] Cf. 1ª Lectura: Hch 5,27-32. 40-41.
[7] Cf. 2ª Lectura: Ap 5,11-14.

