No solo de pan se vive, sino de toda palabra que sale de Dios (cf. Mt 4,1-11)
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“¿Porqué has venido a molestarnos? –preguntó a Jesús el gran inquisidor de la novela escrita por Fiódor Dostoyevski–… Prometiste a los hombres el pan del cielo.
¿Crees que puede ofrecerse ese pan, en vez del de la tierra, siendo la raza humana lo vil que es?… obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada… ¡No te amo y no quiero tu amor… Vete y no vuelvas nunca… nunca!”[1].
Quizá a veces nos pase lo que a ese inquisidor. Quizá sintamos que Dios nos estorba. Que nuestras ideas son mejores que las suyas. Que su “estilo” no es realista. Que su modo de hacer las cosas no funciona en este mundo. Pero todo esto no es más que una tentación. Un engaño del demonio que, como dice san Beda, siempre está poniendo obstáculos a nuestro camino[2].
Su técnica es mostrarnos fragmentos aislados de la realidad para que hagamos de una parte del todo un falso todo. Hace que solo veamos nuestro cuerpo, para que únicamente nos preocupemos de satisfacerlo. Intenta enredarnos para que usemos a Dios, interpretando a su modo la Palabra divina, como advierte san Ambrosio[3]. Y nos hace creer que lo más importante es dominar a todos, pensando lo que Segismundo: “Nada me parece justo / en siendo contra mi gusto”[4].
Así el demonio, que es envidioso, haciéndonos desconfiar de Dios, busca destruirnos y convertirnos en destructores[5]. Pero Jesús, que ha venido a salvarnos[6], nos enseña cómo vencer al tentador y salir adelante: confiando en Dios, que es amor, que todo lo sabe, que todo lo puede, que nos ha creado, que nos ama y que quiere lo mejor para nosotros: que seamos por siempre felices.
Por eso Jesús se deja iluminar por la Palabra de Dios, que permite ver la totalidad de lo real y el recorrido completo, para elegir aquello que hace la vida plena y eterna. Y nos invita a hacer lo mismo. Porque así distinguimos que, si es verdad que necesitamos de las cosas materiales, sobre todo necesitamos de esa Palabra que nos hace descubrir de dónde venimos, hacia dónde vamos y cómo llegar.
“Cuanto más nos alejamos de Dios –dice el Papa–, más impotentes y desamparados nos sentimos” [7]. Comprendiéndolo, pidámosle que nos renueve y nos ayude a darle el lugar que le corresponde[8]. Así nos libraremos del error de adorar lo que no es Dios, el único que puede enseñarnos cómo salir adelante, cómo realizarnos, cómo construir una familia y un mundo mejor, y cómo llegar al cielo. Su Palabra es el mejor GPS que puede existir. No andemos sin ella.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] El gran Inquisidor, terathumbs.com.ar/Dostoyevski.
[2] En Catena Aurea.
[3] Cf. en Catena Aurea, 9409.
[4] Calderón de la Barca, La vida es sueño, Segundo Acto, 430.
[5] Cf. 1ª Lectura: Gn 2,7-9; 3,1-7.
[6] Cf. 2ª Lectura: Rm 5,12-19.
[7] Ángelus, 1 de marzo 2020.
[8] Cf. Sal 50.