Reciban al Espíritu Santo (cf. Jn 20,19-23)
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Los discípulos estaban encerrados por miedo. Y es que, al ver morir a Jesús en la cruz, creyeron que el mal y la muerte ganan la partida. Pero a pesar de todo, permanecían unidos. Y así, juntos, experimentaron la maravilla de encontrarse con Jesús resucitado, que les dijo: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así los envío yo”. Y soplando sobre ellos, exclamó: “Reciban el Espíritu Santo”.
A veces, como los discípulos, nos encerramos por miedo. Miedo a los problemas en casa, a las envidias, a los chismes, a los rencores y al bullying en la escuela y en el trabajo. Miedo al ver un mundo complicado y plagado de egoísmo, mentira, injusticia, pobreza, violencia y muerte.
Pero si a pesar de todo permanecemos unidos como familia, como Iglesia y como sociedad, también experimentaremos cómo Jesús resucitado se presenta en medio de nosotros a través de su Palabra, de la Eucaristía, de la liturgia, de la oración y de las personas, y nos dice: “la paz esté con ustedes”.
Él nos da la paz, porque nos hace ver que a fin de cuentas el amor, que en definitiva es Dios, vence al mal y a la muerte, y hace triunfar para siempre el bien y la vida. Y con esta seguridad, nos invita a trabajar para que esto se vaya haciendo realidad desde ahora.
Al igual que el Padre lo envió a mejorarlo todo, amando y haciendo el bien, Jesús nos envía a mejorar nuestra vida, nuestra familia, nuestros ambientes y nuestro mundo, amando y haciendo el bien. Y para que podamos hacerlo, nos comparte la fuerza de su amor, el Espíritu Santo.
El Papa explica que Espíritu Santo no viene a facilitarnos la vida ni a solucionarnos los problemas, sino a traernos armonía[1], porque nos llena de amor. Así nos renueva[2]. Nos hace capaces de hablar el lenguaje que todos entienden: el amor[3]. Ese amor que nos mantiene unidos, como un solo cuerpo[4], echándonos la mano los unos a los otros, conscientes de que, como dice el Papa: “Todo está conectado” [5].
Vivimos en el mismo mundo. Lo que le pasa a uno, de alguna manera nos afecta a todos. Por eso, si queremos vivir bien y alcanzar la eternidad, hay que hacerlo todo para que la familia y los que nos rodean estén bien, conscientes de que, como dice san Gregorio: “En el amor del prójimo se aprende cómo se llega al amor de Dios”[6].
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Homilía en la Misa de Pentecostés, 9 de junio 2019.
[2] Cf. Sal 103.
[3] Cf. 1ª Lectura: Hch 2, 1-11.
[4] Cf. 2ª Lectura: 1 Cor 12,3b-7.12-13.
[5] Cf. Laudato si´, 16.
[6] In Evang., hom. 26.