H. Matamoros. Mons. Ruy Rendón nos comparte el texto de la homilía que pronunció en la apertura de la Asamblea Diocesana de Pastoral llevada a cabo los días 19 y 20 de noviembre de 2015.
HOMILÍA
MISA DE APERTURA
ASAMBLEA DIOCESANA DE PASTORAL 2015
1 Mac 2,15-19
Lc 19,41-44
MUY QUERIDAS HERMANAS Y HERMANOS EN CRISTO JESÚS:
El evangelista san Lucas nos presenta, el día de hoy, el final del recorrido que nuestro Señor realiza desde la región del norte, su tierra Galilea, hasta la ciudad de Jerusalén, meta de su largo camino. Él durante este itinerario fue predicando la Buena Nueva de la Salvación, fue presentando un nuevo estilo de vida en nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes. De modo particular, con sus palabras y obras, nos fue manifestando a un Dios cercano, compasivo y misericordioso, lento para la ira y pronto para perdonar.
Ahora, al estar cerca de Jerusalén, contempla la ciudad, llora por ella y le habla, exclamando: “Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz”. Tres acciones significativas: contemplar, llorar, hablar con el corazón…
1.Jesús contempla la ciudad, se da cuenta de la realidad que envuelve la vida de sus habitantes: enemistades, hipocresías, injusticias, faltas de caridad, falsa religiosidad, culto carente de amor fraterno y solidaridad, egoísmos, indiferencias… ¿Qué contemplaría Jesús en la vida de los ciudadanos de Jerusalén? El Papa Francisco en Evangelii Gaudium al hablar de la ciudad expresa los sufrimientos y pesares por los que pasan miles y miles de personas hoy en día, habitantes de las muchas ciudades del mundo.
¿Qué realidad contemplará Jesús en la vida de los hombres y mujeres de los pueblos y ciudades de nuestra diócesis: Camargo, Díaz Ordaz, Reynosa, Valle Hermoso, Río Bravo, Matamoros, Méndez, San Fernando? Indiferencia religiosa, ateísmo práctico, materialismo, cultura de muerte, pobreza, marginación, inseguridad, violencia, sufrimiento. Sin duda Jesús contempla todo aquello que nos quita la paz y que no nos hace vivir plenamente nuestra dignidad humana de hijos de Dios.
Hoy estamos reunidos aquí: hermanas y hermanos laicos, hombres y mujeres de la vida consagrada, diáconos permanentes, sacerdotes y obispos, en el inicio de nuestra Asamblea Anual de Pastoral; queremos contemplar con ojos de discípulos la realidad de nuestra Iglesia diocesana de Matamoros. Queremos ver los dinamismos y necesidades, lo bueno y las así llamadas áreas de oportunidad. Contemplemos como Jesús nuestra querida diócesis de Matamoros; contemplemos con amor y con profundidad las causas y las tendencias de lo que está sucediendo en nuestras parroquias, instituciones y comunidades; lo que está pasando por nuestras calles, por nuestras plazas, colonias, barrios y casas, por nuestros pueblos, por nuestros ejidos y campos pesqueros. Pidámosle a Jesús que contemplemos con sus ojos lo que nos llena de felicidad, pero también lo que nos preocupa y nos hace perder la paz.
2. Jesús llora por la ciudad. Jesús es el Dios hecho hombre, su corazón vibra de emoción, se da cuenta que sus habitantes andan más preocupados por sus afanes cotidianos que por lo verdaderamente importante. Jesús llora por Jerusalén porque se da cuenta que no ha habido respuesta positiva a su ministerio: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, nos dice san Juan en su evangelio. Jesús llora por las personas, no por las construcciones, murallas, calles o plazas de la ciudad, llora por los niños, los huérfanos y las viudas, por los enfermos, por los pecadores, por los pobres. Jesús llora por las actitudes de sus dirigentes y poderosos, quienes se han apartado del camino de Dios y han hecho que muchos se aparten de la verdadera observancia de la Ley.
Jesús llora porque es el Buen Pastor, porque conoce a cada una de sus ovejas y carga sobre sus hombros los sufrimientos que les afligen. Llora porque tiene un corazón compasivo y misericordioso: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Todos los agentes de pastoral, quienes estamos hoy aquí en el inicio de nuestra Asamblea diocesana, debemos imitar a Jesucristo, no solo en su actitud contemplativa, sino también en sus sentimientos que conmueven sus entrañas. El apóstol san Pablo en su carta a los Filipenses nos exhorta: “Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo”. Por esto, un laico comprometido, una religiosa, un diácono, un sacerdote párroco o un obispo pastor de una Iglesia que no haya llorado alguna vez por su pueblo, por sus hermanos a quienes sirve y acompaña, seguramente o no ha entendido las palabras “los amó hasta el extremo”, o no ha llegado aún a vivir plenamente la imitación de Cristo, haciendo suyas las palabras del apóstol: “vivo yo, ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. El Papa Francisco en su viaje a Filipinas nos decía que las lágrimas son la respuesta de Dios ante los grandes sufrimientos y problemáticas por los que atraviesa nuestra gente y que muchas veces son situaciones que no tienen solución.
Pidámosle a Jesús que con sus ojos y con su corazón lloremos emocionados por todo lo que nos llena de felicidad, pero también por lo que nos preocupa y nos hace perder la paz. Que nosotros, agentes de pastoral, tengamos siempre un corazón comprensivo, compasivo y misericordioso para con nuestros semejantes. Y que en todos nuestros proyectos y acciones pastorales estén involucrados la razón, pero también y sobre todo, el corazón.
3. Jesús, por último, le habla a la ciudad, exclamando: “Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz”
Si en este día comprendieras, es decir, se trata del hoy de la salvación que el evangelista san Lucas nos refiere constantemente. Ese día que Jesús contempla, llora y le habla a los habitantes de Jerusalén, es una nueva oportunidad para escuchar a Jesús, para aceptar su mensaje, para convertirse a él. Recordemos aquella parábola del trabajador de la viña que le pide a su patrón no cortar la higuera infecunda, y él mismo se ofrece cuidar de ella un año más para que pueda dar fruto. Así es el Señor, paciente, ofreciendo una y otra vez la salvación a su pueblo, dando una nueva oportunidad, como a Zaqueo o al ladrón arrepentido: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¡Qué hermosas palabras! Hoy es el día, no ayer, no mañana, HOY… “Si en este día comprendieras tú”. Los habitantes de Jerusalén recibían de Jesús, con etas palabras, una nueva oportunidad.
Lo que puede conducirte a la paz, es decir, lo que podía dar a los judíos bienestar, felicidad plena, armonía, salvación, paz. Sin duda estas palabras nos recuerdan todo lo que Jesús nos ofrece también a nosotros si lo aceptamos, si creemos en él, si ponemos en práctica sus enseñanzas. No olvidemos que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. El camino verdadero que nos lleva a la vida eterna.
Hermanos y hermanas: HOY ES PARA NOSOTROS EL DÍA DE LA SALVACIÓN. Vivamos intensamente el presente, comprometidos con Dios, con la Iglesia, con los seres humanos. Aprovechemos este nuevo día que el Señor nos regala. No nos quedemos en el pasado, no pensemos tanto en el mañana, que cada día tiene su propio afán. Vivamos con entusiasmo esta Asamblea diocesana de pastoral involucrando todo nuestro ser, con la seguridad que Jesús nos dará lo que más requiere hoy en día nuestra Iglesia diocesana de Matamoros.
Nos duele, ciertamente, el sufrimiento de tanta gente a consecuencia de la violencia que impera en nuestros pueblos y ciudades. Anhelamos la paz, deseamos la paz, no como resultado de acuerdos, sino como fruto de nuestro esfuerzo y como un don de Dios. No olvidemos que ¡Cristo es nuestra paz! Esforcémonos por seguir construyendo la paz que tanto necesitamos, que tanto necesita nuestro mundo.
Que cada uno de nosotros cultivemos pensamientos y sentimientos de paz, palabras y gestos de paz, acciones y actitudes de paz. AMÉN.
MONS. RUY RENDON