Velen y estén preparados (cf. Mt 24,37-44)
…
Comenzamos un tiempo especial de preparación a la Navidad, en la que celebraremos una vez más lo mucho que Dios nos ama, ya que, a pesar de que le fallamos, se hizo uno de nosotros en Jesús para rescatarnos del pecado y unirnos a él, en quien seremos por siempre felices.
¡Ese es el deseo más grande que tenemos! ¿Verdad? Ser felices por siempre. Y Dios, que nos ha creado, nos ha salvado para que podamos serlo. Lo único que nos toca es aceptar su invitación a seguir el camino que ha hecho para nosotros[1], y que nos lleva hasta su casa[2].
Sin embargo, a veces nos distraemos y nos desorientamos hasta salirnos del camino. Y el problema es que así podemos terminar perdiéndonos para siempre en el laberinto sin salida del amor reusado.
Por eso Jesús aconseja estar atentos ¿Cómo? Lo dice san Pablo: dejando las obras de las tinieblas y portando las armas de la luz[3] ¿Y cuáles son esas armas? La verdad, la comprensión, la justicia, la solidaridad, la paciencia, el bien y el perdón. En una palabra: el amor.
“Somos viandantes –decía san Agustín–… ¿…qué es andar? Avanzar siempre… Si te complaces en lo que eres, ya te has detenido… Y si te dices: «Ya basta», estás perdido… avanza siempre… no quieras desviarte… Más seguro anda el cojo en el camino que el corredor fuera de él” [4].
Quizá estemos fuera del camino. Quizá nos hayamos alejado de Dios, de nosotros mismos, de la familia y de los demás. Quizá nos hemos desviado y hayamos entrado en la oscura zona del egoísmo, de la envidia, del chisme, del rencor, del deseo de venganza, del sentirnos más que lo demás, de usar a los que nos rodean, de ser indiferentes a lo que les sucede.
Pues aunque haya sido así, no debemos desesperar ni darnos por vencidos, porque Dios siempre está echándonos la mano para regresarnos al camino. Lo hace de muchas maneras; a través de su Palabra, de sus sacramentos de la oración, de las personas, de los acontecimientos.
Precisamente ahora lo está haciendo a través del Adviento ¡Aprovechemos esta gran oportunidad! Porque como dice Shakespeare: “Todo puede enmendarse”[5]. “Déjate transformar –aconseja el Papa–… El Señor la cumplirá (tu misión) también en medio de tus errores y malos momentos, con tal que… estés siempre abierto a su acción”[6]. Que María, Refugio de los pecadores, nos ayude a estar atentos, teniendo siempre presente la meta y el camino.
+Eugenio A. Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
_________________________________________
[1]Cf. 1ª Lectura: Is 2,1-5.
[2]Cf. Sal 121.
[3]Cf. 2ª Lectura: Rm 13,11-14.
[4] Serm. 169, 18.
[5] Hamlet, Ed. Porrúa, México, 2005, Acto III, Escena XXII, p. 47.
[6] Gaudete et exsultate, 24.

