Conviértanse, porque está cerca el reino de Dios (cf. Mt 4, 12-23)
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“El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una gran luz” [1] ¡Qué noticia! Y es para nosotros, que vivimos en la oscuridad de nuestras errores y debilidades; en la oscuridad de una enfermedad, de una pena o de un problema; en la oscuridad de un mundo plagado de egoísmo, injusticia y violencia.
¡Y esa luz es Jesús! En él, Dios, creador de todo, se ha hecho uno de nosotros para liberarnos de la causa de toda oscuridad: el pecado; iluminarnos con su Espíritu y unirnos a él, que hace la vida por siempre feliz. Así le da sentido a todo; porque nos hace ver que quien ama y hace el bien, a pesar de las dificultades, ilumina al mundo y alcanza la luz sin final.
Solo necesitamos convertirnos y seguirlo. Porque como dice san Jerónimo: el que desea la almendra de la nuez, tiene que quitar la cáscara[2]. Hay que quitar lo que nos impide vivir de verdad: el pecado, que nos ciega y nos hace egoístas. Así, podremos seguir a Jesús, teniendo clara la meta: vivir para siempre en la casa del Señor[3].
Y seguir a Jesús es vivir como él: amando y haciendo el bien. Es vivir en concordia[4]. Es ser de su “equipo”, como Pedro, Andrés, Santiago y Juan, y rescatar a muchos de este mundo tempestuoso y peligroso, como dice san Juan Crisóstomo[5]; rescatar nuestro matrimonio y nuestra familia de la oscuridad del egoísmo y de los pleitos; rescatar a los compañeros de las tinieblas del bullying y la competencia desleal; rescatar a la sociedad de la oscuridad del individualismo, la mentira, la injusticia, la corrupción, la pobreza, la indiferencia, la contaminación y la violencia.
Ciertamente esto no es sencillo, porque a veces las personas son complicadas y las circunstancias son difíciles. Pero no estamos solos; Jesús camina con nosotros y nos echa la mano a través del prójimo, de la oración, de sus sacramentos y de su Palabra.
Por eso el Papa nos invita a dedicar este domingo a la Palabra de Dios, a través de la cual Jesús llama a nuestra puerta; y si le abrimos, entra y se queda con nosotros, ayudándonos a abrir los ojos para salir del individualismo que conduce a la asfixia, y seguir el camino de la vida: compartir y ser solidarios[6].
¡Acerquémonos a la Sagrada Escritura, unida a la Sagrada Tradición! En ella, Jesús nos abraza, nos consuela, nos muestra el camino, nos da fuerza para recorrerlo y nos acompaña. Para ayudarnos a hacerlo, Dios nos envía hoy a dos nuevos ministros lectores, que tendrán la misión de proclamar su Palabra, hacerla oración y testimoniarla[7].
¡Sigamos a Jesús! A la luz de su Palabra no tendremos que resignarnos a vivir en la oscuridad que no nos permite mirar las cosas como son, entender lo que pasa y saber cómo actuar; no estaremos condenados a existir en tinieblas, tropezando, cayendo y llevándonos a los que nos rodean. Iluminados por Jesús podremos distinguir con claridad, discernir en cualquier circunstancia, salir adelante y ser luz para los demás.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. 1ª. Lectura: Is 8, 23-9, 3.
[2] Cf. Catena Aurea, 6114
[3] Cf. Sal 26.
[4] Cf. 2ª. Lectura: 1 Cor 1,10-13.17.
[5] Homiliae in Matthaeum, hom. 14,2.
[6] Cf. Aperuit illis, 2-13
[7] Cfr. Instrucción General del Misal Romano, n. 99.