Jesús es el salvador que alumbra a las naciones (cf. Lc 2,22-40)
…
Hay personas para quienes Dios es algo más en su vida. Aunque creen en él, solo lo buscan cuando lo necesitan. No les interesa conocerlo, ni le hacen caso. Sienten que sus mandamientos son una carga y que dedicarle un rato es perder tiempo. Por eso, cualquier pretexto es bueno para no ir a Misa y para buscar la parroquia en la que las pláticas pre-sacramentales sean pocas y rápidas, o de plano que se las dispensen.
Eso pasa cuando estamos a oscuras. Porque al no ver con claridad, confundimos las cosas y decidimos mal; elegimos lo que no llena, lo que no dura y lo que incluso puede echarnos a perder y extraviarnos para siempre. Pero Dios, que nos quiere mucho, no nos abandona, sino que envía a Jesús[1], en quien se ha hecho uno de nosotros para liberarnos del pecado[2], iluminarnos y hacer que resurjamos dándonos su Espíritu para que lleguemos a ser hijos suyos, partícipes de su vida plena y eterna.
Reconozcámoslo. Como Simeón, que en el templo pudo ver la realidad con ayuda del Espíritu Santo. Así fue capaz de elegir bien y de compartir con muchos lo que había contemplado: al Salvador, el único que puede enseñarnos cómo realizarnos de verdad, cómo construir una familia y un mundo mejor, cómo llegar a Dios y alcanzar la eternidad.
Amando hasta dar la vida, Jesús ilumina la nuestra. Con su luz podemos ver la realidad; descubrir que somos infinita e incondicionalmente amados por Dios, y que el único camino para salir adelante, en cualquier circunstancia, por difícil que sea, es el amor.
Sin embargo, para los que creen que la única manera de vivir es pensar solo en uno mismo y usar a los demás, esto no “checa”. Para ellos, Jesús es “signo de contradicción”. Porque, como explica san Juan Crisóstomo, así como la luz molesta a los ojos débiles, los malos se sienten incómodos ante el Salvador[3].
También puede pasarnos. Porque Jesús compromete. Pide amar de verdad. Y esto exige renunciar a cosas que nos gustan y hacer otras que no nos gustan. Pero la recompensa vale la pena. Por eso, ¡abrámosle las puertas a Dios[4]! Dejémosle que nos ilumine con su Palabra, sus sacramentos, la Eucaristía, la oración y los buenos consejos. Así veremos con claridad, elegiremos bien y podremos comunicar su luz a los demás, amando y haciendo el bien.
Al igual que María y José, tengamos, como dice el Papa, “la alegría de caminar en la Ley del Señor” [5]. Hagámoslo, aunque eso nos haga signo de contradicción para una sociedad corrompida. No caigamos en la tentación de apagarnos echándole la culpa al mal que hay en el mundo. No olvidemos que, como dice el refrán: “más vale encender un fósforo, que maldecir la oscuridad” ¡Hagamos resurgir nuestra vida, nuestra familia y nuestra sociedad siendo luz con Jesús!
+Eugenio A. Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
_______________________________________
[1] Cf. 1ª Lectura: Ml 3,1-4.
[2] Cf. 2ª Lectura: Hb 2, 14-18.
[3] Cf. Catena Aurea, 9233.
[4] Cf. Sal 97.
[5] Cf. Fiesta de la Presentación del Señor, 2 de febrero de 2014 .

