Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo (cf. Mt 2,1-12)
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Todos tenemos ilusiones; realizarnos, ser felices, tener un matrimonio bonito, una familia unida, un buen trabajo y una sociedad en la que podamos desarrollarnos y vivir en paz. Pero a veces, nuestras debilidades, las penas y los problemas oscurecen el camino de tal manera que nos sentimos tentados a tirar la toalla. Dios, que es bueno y nos quiere mucho, nos echa la mano de muchas maneras; entre otras, dándonos ejemplo a través de gente buena, como los magos de oriente, que nos enseñan, al menos, cinco cosas.
La primera: no ser conformistas pensando que no necesitamos nada o que nada puede cambiar. Los magos de oriente, valorando lo que tenían, buscaban algo más; buscaban a Dios, porque sabían que sólo él puede mostrarnos cómo hacer la vida plena, cómo construir un mundo mejor, y cómo alcanzar una felicidad sin final.
La segunda: estar atentos a las señales que Dios nos envía para conducirnos a él. Los magos, como dice el Papa, “lograron ver lo que el cielo les mostraba” [1]. Como científicos, estudiaban los astros; y como hombres de fe, se dejaban iluminar por la Palabra de Dios. Así, uniendo fe y razón, pudieron interpretar lo que les decía la estrella que vieron surgir. También a nosotros Dios nos envía señales; si estamos abiertos y sabemos unir fe y razón, comprenderemos aquellos signos con los que él nos llama y nos guía[2].
Tercera enseñanza: lanzarnos a la aventura de ir a Dios. Los magos no sólo vieron la señal, sino que se pusieron en marcha dejándose guiar por ella. No los detuvieron los comentarios de quienes seguramente les dijeron: “¿Para que se arriesgan? A lo mejor ni encuentran nada”. Como ellos, no dejemos que las presiones de la moda, las malas amistades o nuestros apegos nos anclen ¡Arriesguémonos a seguir las señales de Dios!
Cuarta: no echarnos para atrás cuando perdamos la señal, sino seguir adelante sabiendo pedir ayuda. Los magos perdieron de vista la estrella, pero no dieron marcha atrás; fueron al lugar donde les parecía lógico que naciera el nuevo rey: al palacio. Y aunque no lo encontraron ahí, preguntaron. A veces una enfermedad, una desilusión, un fracaso, o la muerte de un ser querido pueden hacernos perder la señal ¡No demos marcha atrás! Pidamos ayuda a quien nos puede orientar, sobre todo a la Palabra de Dios.
Quinta enseñanza: dejarnos sorprender por Dios, que nos sale al encuentro de forma sencilla; no decepcionarnos de que lo haga así, y hacerle caso cuando nos previene de los peligros. Los magos encontraron a Jesús en un pesebre. Pero no se decepcionaron. Y aunque, como señala san León Magno, sólo vieron a un niño pequeño igual a los demás[3], reconocieron a en él a Dios encarnado para salvarnos a todos, y lo adoraron.
A Jesús lo encontramos en Belén, que, como recuerda san Gregorio Magno, significa Casa de pan[4], porque Jesús viene a nosotros en la Eucaristía. Y en ella nos da la fuerza para reconocerlo en los débiles, en los pobres, en los enfermos, en los que sufren, en los maltratados y abandonados[5]. Como los magos, no nos decepcionemos ¡Reconozcámoslo!
¡Hoy sobre nosotros resplandece el Señor[6]! Viene a liberarnos del pecado y a salvarnos[7]. Nos da su Espíritu, nos hace hijos suyos y nos hace partícipes de su vida por siempre feliz. No excluye a nadie[8]. No nos excluyamos nosotros. Y no excluyamos a los demás. Hagámosle caso cuando nos previene de los “Herodes” que quieren arrebatárnoslo y privarnos de lo que él significa; la vida verdadera. Así podremos volver a casa y a nuestros ambientes, comunicando a todos el amor y la felicidad que sólo Jesús puede dar.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Homilía, 6 de enero de 2017.
[2] Cf. JUAN PABLO II, Mensaje a los jóvenes del mundo con ocasión de la XX Jornada Mundial de la Juventud 2005, 2.
[3] Cf. In sermone 4 de Epiphani.
[4] Cf. Homiliae in evangelia, 8.
[5] Cf. FRANCISCO, Homilía, 6 de enero de 2017.
[6] Cf. 1ª Lectura: Is 60,1-6.
[7] Cf. Sal 71.
[8] Cf. 2ª Lectura: Ef 3,2-3.5-6.

