¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?
Job 38,1.8-11
2 Corintios 5,14-17
Marcos 4,35-41
El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús, “El Señor”, que tiene poder para dominar la naturaleza, en particular, para calmar la tempestad que acontece en el lago de Cafarnaúm o mar de Galilea.
En la cultura judía del tiempo de Jesús, el mar simbolizaba el mal, las fuerzas del demonio contrarias a Dios. De esta manera, si Jesús reprende al viento y le ordena al mar: “¡Cállate, enmudece!”, y el viento se calma y sobreviene la tranquilidad, significa que Jesús es Dios que no solo le pone límites al mar (primera lectura), sino que con esta acción nos da a entender que él, con su ministerio, ya está venciendo al mal, al pecado, al demonio.
Pero veamos el relato desde el inicio…
Jesús y los discípulos van en la barca atravesando el mar, buscando la otra orilla. El fuerte viento y las olas que amenazan la embarcación hacen que los discípulos se llenen de miedo, pensando en un inminente naufragio. Jesús va dormido y los discípulos lo despiertan y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Esto origina que nuestro Señor realice el milagro de la tempestad calmada.
No cabe duda que las situaciones inesperadas de sufrimiento y de dolor, así como también, los acontecimientos difíciles y problemáticos que la vida nos presenta, pueden provocar en nosotros angustia, desesperación, miedo y hasta crisis de fe: ¿Por qué Dios no hace algo por nosotros? ¿Qué acaso a Dios no le interesa lo que nos está pasando? ¿Por qué no interviene? Estas y otras preguntas, acompañadas de reclamos, son expresiones de una falta de fe. Así les hace ver Jesús a sus discípulos: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”.
El evangelio nos invita a tener confianza en el Señor Jesús. Él nos acompaña aunque los ojos de nuestro cuerpo no lo alcancen a ver. Pongamos en su presencia nuestras inquietudes y situaciones personales o comunitarias, que él se preocupa verdaderamente de nosotros.
Pidamos a Dios Padre en la Eucaristía de este domingo que, en medio de las contrariedades de la vida, nuestro corazón encuentre en Jesús, su amado Hijo, la paz y la tranquilidad que necesitamos en estos tiempos difíciles que nos está tocando vivir. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros