No temas; desde ahora serás pescador de hombres
Isaías 6,1-2.3-8
1 Corintios 15,1-11
Lucas 5,1-11
Tres personajes bíblicos nos presenta la Palabra de Dios para nuestra reflexión en este domingo: el profeta Isaías, san Pablo y san Pedro. De los tres se habla acerca del llamado que recibieron de parte de Dios y la misión que se les encomendó.
Las tres lecturas comienzan describiendo un hecho prodigioso que se sitúa en el contexto de lo sagrado. En efecto, en la primera lectura se describe una visión donde Dios recibe, por parte de los ángeles (serafines), un culto de adoración: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos… Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo…”. San Pablo, en la segunda lectura, hace referencia a la muerte, sepultura, resurrección y apariciones de Jesús: “que Cristo murió por nuestros pecados,…; que fue sepultado y que resucitó al tercer día…; que se le apareció a…”. Y, por último, san Lucas nos narra la así llamada “pesca milagrosa” realizada por nuestro Señor en el Lago de Genesaret: “estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido”.
Dios llama a cada uno de estos personajes y le encomienda una misión particular. Así, por ejemplo, Isaías escucha la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?”. San Pablo dice en la segunda lectura: “Finalmente, se me apareció también a mí…”; estas palabras evocan, bien lo sabemos, la experiencia de encuentro y llamado que tuvo camino a Damasco persiguiendo a los cristianos. San Lucas, después de narrarnos la pesca milagrosa, nos cuenta cómo Jesús le dice a Simón Pedro: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
La conciencia de indignidad ante el encuentro, ante el llamado y ante la misión que el Señor encomienda a cada uno de estos personajes, no se deja esperar. Cada uno de ellos le expresa a Dios su condición de debilidad; los tres se manifiestan indignos ante su grandeza. Isaías dice: “soy un hombre de labios impuros…”. San Pablo, a su vez, afirma: “soy como un aborto… yo perseguía a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol”. Y Simón Pedro, postrado ante Jesús, le dice: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”.
Para Dios, sin embargo, la conciencia de indignidad de sus elegidos, no es un obstáculo en el llamado que les hace y en la misión que les encomienda, al contrario, este gesto de humildad de estos tres grandes personajes bíblicos es motivo de ejemplo para cada uno de nosotros. Al final, Dios remedia tal aparente impedimento. A Isaías, uno de los serafines purifica su boca y le dice: “Mira: esto ha tocado tus labios. Tu iniquidad ha sido quitada y tus pecados están perdonados”. San Pablo, en la segunda lectura, afirma: “Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí”. Y Jesús, en el evangelio, le responde a Simón Pedro: “No temas…”.
Le pedimos al Señor, en la Eucaristía de este domingo, que siga suscitando en la Iglesia vocaciones para todos los sectores del Pueblo de Dios: laicos, consagrados(as) y sacerdotes. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros