Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande
1 Reyes 8,41-43
Gálatas 1,1-2.6-10
Lucas 7,1-10
La Palabra de Dios, en este domingo, nos propone un interesante, y muy práctico, tema de reflexión. Se trata acerca de cómo Dios reconoce y valora la bondad presente en aquellas personas que no forman parte del Pueblo de Israel.
Ya el rey Salomón (primera lectura) en la oración que eleva a Dios con motivo de la consagración del templo de Jerusalén, le pide al Todopoderoso que acoja y escuche al extranjero que se acerque a adorarlo en dicho lugar: “escúchalo tú desde el cielo, tu morada, y concédele todo lo que él te pida. Así te conocerán y temerán todos los pueblos de la tierra…”. Esta oración refleja la mentalidad de muchos israelitas del Antiguo testamento que consideraban que Dios no sólo amaba a la gente de su pueblo, sino también a los extranjeros, ya que estaba siempre en la mejor disposición de atender y ayudar a quienes, con buena voluntad, lo buscaban para adorarlo y poner en su presencia alguna necesidad. Tantos ejemplos de personajes (hombres y mujeres) que, sin ser israelitas, llevaron una vida ejemplar, siendo bendecidos(as) y alabados(as) por el Señor.
Nuestro Señor, en el evangelio de este domingo, escucha y atiende la súplica de un extranjero, de un oficial romano, persona pagana, que no formaba parte del pueblo de Dios, pero que realizaba muchas buenas obras: “quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga” y, sobre todo, tenía una fe extraordinaria; en efecto, cuando Jesús se entera por boca de los amigos del oficial romano de su sencillez, humildad, amor al prójimo y fe: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa… Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano”, Jesús lo alaba diciendo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. El milagro no se deja esperar: “Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano”.
La enseñanza es muy clara. Dios nos invita en su Palabra, a que tengamos las mismas actitudes suyas, es decir, que sepamos reconocer y valorar las virtudes presentes en quienes no son de los nuestros. Debemos entender y aprender que los buenos no sólo somos nosotros; fuera de nuestro grupo, comunidad, familia, escuela, partido político o iglesia, hay gente muy buena, incluso mejor que nosotros. El corazón de Dios es universal, abierto a todos los seres humanos; él quiere que todos nos salvemos y lleguemos a conocerlo y amarlo. Cambiemos nuestro lenguaje, nuestra mentalidad, nuestra actitud y trato hacia los demás. Seamos menos “críticos” y no andemos viendo sólo errores, limitaciones y pecados; reconozcamos y valoremos la bondad que Dios ha sembrado en el corazón de todos los seres humanos. No sólo corrijamos lo “malo”, elogiemos lo bueno que se halla a nuestro alrededor.
Pidamos a Dios nuestro Señor, en la santa Misa de hoy domingo, que aumente y fortalezca nuestra fe, a ejemplo del oficial romano, quien confió plenamente en el poder salvador de Jesús. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Administrador diocesano de Matamoros
Arzobispo electo de Hermosillo