De veras este hombre era Hijo de Dios(cf. Mc 14, 1-15, 47)
…
Aquí estamos, juntos, mirando a Jesús en la cruz. Se cumple así lo que él mismo anunció: “cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”[1]. ¿Por qué nos sentimos atraídos hacia él? Porque al verlo clavado en ese madero, amando hasta dar la vida, descubrimos que Dios, creador de todas las cosas, nos ama infinita e incondicionalmente; que nos ama como somos, a pesar de que le fallamos al desconfiar de él y pecar, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte.
En Jesús, azotado, coronado de espinas y clavado en la cruz, descubrimos que, como dice el Papa Francisco: “el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo (…) que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios”[2].
Sí, Jesús se la jugó hasta el extremo; siendo Dios, no se aferró a su categoría divina[3], sino que por amor le entró al plan del Padre para salvarnos; se hizo uno de nosotros, aceptando el riesgo de amarnos, tal y como somos, para liberarnos del pecado, darnos su Espíritu y hacernos hijos de Dios, partícipes de su vida por siempre feliz.
No se echó para atrás[4], a pesar de que un amigo lo traicionó, otro lo negó y los demás lo abandonaron; a pesar de que los líderes religiosos, actuando con total incoherencia, lo calumniaron y condenaron por envidia; a pesar de que la autoridad, que debía impartir justicia, le falló y lo entregó arbitrariamente a la muerte; a pesar de la ingratitud de la gente, y de que fue víctima de chismes, bullying y violencia[5].
Jesús permaneció fiel a Dios y a nosotros; teniendo clara la meta, no dejó que las penas ni los problemas lo desviaran del camino. Le echó ganas hasta el final, y así nos cambió la vida. Porque como afirma san León Magno: “muriendo convirtió la muerte de eterna en temporal”[6].
No desperdiciemos lo que con tanto esfuerzo nos ha regalado. Decidámonos a seguirlo por el camino del amor, para alcanzar la vida plena y eterna que nos ofrece. Como él, confiemos en Dios, a pesar de las penas y problemas, y vivamos amando, sin dejarnos vencer por el mal, sino venciendo al mal con el bien. Jesús nos ha demostrado que sí se puede ¡A echarle ganas!
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
____________________________________
[1] Cf. Jn 12, 32.
[2] Discurso en el Encuentro con las Familias, Tuxtla Gutiérrez, 15 de febrero de 2016.
[3] Cf. 2ª Lectura: Flp 2, 6-11.
[4] Cf. 1ª Lectura: Is 50, 4-7.
[5] Cf. Sal 21.
[6] Sermón 8 Sobre la pasión del Señor, 6-8.