H. Matamoros. Mons. Ruy Rendón Leal, Obispo de Matamoros, envía mensaje navideño a toda la comunidad.
A todo el Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Matamoros
¡Gracia y Paz!
“¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”
(Lc 2,14).
Muy queridos hermanos y hermanas:
El tiempo de Adviento que hemos concluido nos ha ayudado, sin duda, a preparar nuestros corazones para el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. La Navidad que empezamos a celebrar, debe estar caracterizada por esas actitudes que durante los días pasados fuimos adquiriendo y que nos han servido para ser otros “belenes” en los que el Niño Dios ha querido nacer.
En efecto, en la Navidad, la Iglesia, con gozo, celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, “venidos de Oriente” (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran (cfr. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. Principios y Orientaciones, 106).
Es pues en la noche de Navidad donde los hombres y mujeres de fe nos unimos a la voz de los ángeles que proclaman ¡Gloria a Dios en el cielo!, porque Él es infinitamente bueno, porque cumple sus promesas. Este tiempo es una muy buena oportunidad para detenernos a conocer el verdadero rostro de Dios, que en las facciones de ternura de un niño recién nacido, se ve manifiesta la infinita misericordia de un Dios que se entrega, para que sigamos el ejemplo de humildad y busquemos, con nuestra vida y actitudes, entregarnos a los demás (cfr. Mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre Francisco, Navidad 2013, Miércoles 25 de diciembre de 2013).
Por otra parte, al unirnos al coro de los ángeles que, ante los pastores, aparecen alabando a Dios, elevamos nuestra oración para pedir paz, paz en la tierra a los hombres que ama el Señor. Es pues el tiempo de Navidad un momento en el que Él viene a dar al mundo el don de la paz. El don precioso de la Navidad es, pues, la paz, de manera que Cristo es nuestra verdadera y única paz (cfr. Papa Francisco, Angelus, 21 de diciembre de 2014, Plaza San Pedro). Abramos las puertas a Cristo y dejemos que su paz inunde nuestros corazones y nuestras vidas para que, como discípulos, sigamos siendo constructores e impulsores de esa paz que con su nacimiento ha querido ofrecernos.
Detengámonos durante este tiempo a contemplar, en nuestros hogares, en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, el nacimiento; hagámonos parte de él, presentémonos como los pastores con todas las preocupaciones, problemas, angustias, desilusiones, pero alegres por el nacimiento del Salvador y esperanzados en que Él solucionará nuestras carencias.
Contemplemos con un corazón lleno de alegría al niño que nos ha nacido para que la ternura, la paz y la tranquilidad del portal de Belén, lleguen a nuestros corazones y transformen nuestras vidas.
Que Jesús, que nos ha nacido para nuestra salvación, nos colme de gracia y paz. Con mi bendición. ¡Feliz Navidad a todos!
+Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros