Mons. Enrique Sánchez, Obispo de Nuevo Laredo.
Padre Rector. Padres del equipo formador.
Maestras y maestros. Reverendas madres.
Amigos seminaristas. Hermanas y hermanos todos.
Concluye un curso escolar en el que hemos vivido muchas cosas. Entre otras, el término de la misión episcopal en Matamoros de Mons. Ruy Rendón, ahora Arzobispo de Hermosillo, y cuyo servicio, al igual que el de los obispos que le han precedido, quedará grabado para siempre con gratitud en la historia de nuestra querida Diócesis, en la que ha comenzado, el pasado 22 de noviembre, un nuevo servicio episcopal.
A lo largo del ciclo que finaliza, la vida en nuestro seminario ha transcurrido, en general, en esa paz, que san Agustín define como la tranquilidad del orden[1]; oración, estudio, convivencia, deporte, colectas, apostolado, promoción vocacional, descanso, visitas a la familia y los amigos.
Mirando con profundidad, descubrimos que en todo este tiempo hemos vivido cada día la alegría de estar con Jesús, que nos ha llamado a seguirlo (cf. Mt 4,19), y de quien el Papa comenta que: “su primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida… es a introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación…”[2].
En esta dinámica de amor, de filiación, conducida por el Espíritu Santo, hemos procurado ir avanzando en la configuración con Jesucristo, el buen Pastor, a través –como dice san Juan Pablo II– de “las «mediaciones» humanas de las que el Espíritu se sirve” [3].
Por eso agradezco el generoso servicio prestado por el P. Rector y por todos los padres del equipo Formador. Las maestras y los maestros. Las madres agustinas. Los sacerdotes y los diáconos de nuestra Diócesis. Los trabajadores. Las familias. Los bienhechores. Los fieles laicos de nuestras parroquias y rectorías. Y todos los que hacen posible esta comunidad educativa.
Agradezco también a cada uno de los seminaristas su generosa respuesta a la llamada del Señor. Gracias por su testimonio y por su esfuerzo, agradecido y cordial, para aprovechar las mediaciones humanas de las que el Espíritu Santo se sirve para irlos configurando con Cristo ¡Felicidades por el trabajo realizado, por los éxitos alcanzados y por la fidelidad y la lucha de cada día, buscando responder mejor a la llamada de Dios!
A los que concluyen esta etapa formativa, les deseo que el Señor los siga acompañando en el camino que aún les queda, y les de la fuerza de su Espíritu para seguir adelante, buscando crecer en todo, hasta alcanzar la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13).
Al terminar este curso, me permito comunicarles que, luego de pedir luces a Dios, y tras conversar en distintas ocasiones con el P. Mago, he aceptado su petición de servir a la Diócesis en otro oficio. Agradezco al P. Mago todo lo que ha hecho por nuestro Seminario y por esta Iglesia particular. Y sobre todo, su testimonio cristiano y sacerdotal, y su disponibilidad para conocer y seguir la voluntad de Dios. P. Mago, que el Señor le recompense el gran bien que ha hecho.
Habiendo suplicado a Dios que nos hiciera saber a quién había elegido para suceder al P. Mago, y tras escuchar el parecer del Colegio de Consultores, les anuncio que he nombrado al P. Pepeo, nuevo Rector de nuestro Seminario Diocesano de San José.
P. Pepeo, agradezco mucho que haya aceptado esta designación. Sé que ha sido difícil para usted renunciar al servicio que venía prestando como Administrador Parroquial de la Parroquia de San Francisco. Pero también sé que lo ha hecho con espíritu de fe, buscando hacer la voluntad de Dios, quien sin duda lo asistirá en la nueva misión que le encomienda.
Buscando que nuestro Seminario cuente con formadores cada vez más capacitados para prestar un mejor servicio a esta Comunidad, hago de su conocimiento que el P. Leonardo ha aceptado ir a continuar su formación en Roma, donde se especializará en Teología Espiritual, con énfasis en la Formación Sacerdotal. Gracias P. Leo por su disponibilidad. Que Dios lo acompañe y lo ilumine en esta nueva aventura. Aquí lo esperamos para seguir sirviendo a nuestra Diócesis con renovado entusiasmo.
Agradezco al Señor las innumerables bendiciones que nos ha concedido, tanto en los momentos felices, como en los difíciles, en los que sin duda nos ha acompañado, como la partida de Mons. Ignacio Lúa, por cuyo eterno descanso hemos rogado juntos.
En este caminar, hemos sentido cercana a nuestra Madre, Refugio de los pecadores, y a nuestro Patrono san José, cuyo auxilio agradecemos, implorando que sigan intercediendo por todos.
Gracias padres. Gracias diáconos. Gracias madres agustinas. Gracias maestras y maestros. Gracias familias. Gracias amigos seminaristas. Y por favor, unidos a Dios y entre nosotros, sigamos adelante, echándole ganas, confiando en la ayuda de Dios, que nunca falta.
Muchas gracias.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros