Domingo del Buen Pastor (cf. Jn 10, 1-10)
Hch 2,14a.36-41
1Pe 2,20-25
Jn 10,1-10
Richard Bach cuenta que la primera gaviota en hacer acrobacias quiso compartir su descubrimiento con las demás para que fueran libres. Pero recibió este regaño: “Aprenderás que la irresponsabilidad se paga. La vida es lo desconocido… salvo que hemos nacido para comer y vivir el mayor tiempo posible”. Entonces exclamó: “¿Quién es más responsable que una gaviota que ha encontrado y que persigue un significado, un fin más alto para la vida?… Denme una oportunidad, déjenme que les muestre lo que he encontrado”. Pero las gaviotas cerraron sus oídos y le dieron la espalda[1].
“La buena vida –dice san Agustín– debe proporcionar a cada uno la vida eterna, y no puede decirse que viven bien los que ignoran por ceguedad el fin del bien vivir, o por orgullo lo menosprecian”[2]. Por desgracia, hay quienes se resignan a pensar que sólo hemos nacido para tener placeres y cosas. Y al tiempo de despreciar a los que intentan mostrar que hay algo más, roban a otros su identidad imponiéndoles su forma de vivir, provocando que cada uno piense sólo en sí mismo, aquí y ahora, y use y deseche a los demás según su conveniencia, matando así la oportunidad de construir un mundo mejor y alcanzar la eternidad.
Pero Dios no nos abandona, sino que envía como libertador y guía a su Hijo, quien entra en este mundo, no por asalto, con intereses egoístas, engaños o verdades a medias, sino de frente, con amor y verdad, dispuesto a dar la vida para abrirnos las puertas, rescatarnos del pecado, hacernos libres y guiarnos a Dios, que nos hace felices por siempre.
“Él –afirma Benedicto XVI–… es el verdadero pastor que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte. Él mismo…ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos… y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto”[3]. ¡Podemos confiar en Jesús, el pastor con el que nada nos falta[4]!
Convirtámonos a él[5]. Y remontando vuelo, vivamos la liberad de amar y hacer el bien como nos ha enseñado con el ejemplo, aunque tengamos que enfrentar incomprensiones y sufrimientos[6]. ¡El mundo nos necesita! Especialmente necesita pastores que le guíen a Dios. Por eso el Papa nos invita a seguir pidiendo al Señor que nos dé sacerdotes que sean signo vivo de su amor misericordioso[7].
Pidámoselo por intercesión de la Virgen María, que tuvo la audacia de remontar vuelo para abrazar el plan de Dios de llevarnos a la plenitud, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos[8]. Pidámosle que haya muchos sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos dispuestos a ayudarnos a todos a encontrarnos con él, en quien la vida es posible.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Juan Salvador Gaviota, Ediciones B, Barcelona, 2003, Cap. III.
[2] In Ioanem, tract. 45.
[3] Spe salvi, 6.
[4] Cf. Sal 117.
[5] Cf. 1ª Lectura: Hch 4, 8-12.
[6] Cf. 2ª Lectura: 1 Jn 3, 1-2.
[7] Cf. Empujados por el Espíritu para la Misión, Mensaje para la 54 Jornada Mundial de Oración por las vocaciones 2017.
[8] Ídem.

