¡Viva Cristo Rey!
2 Samuel 5,1-3
Colosenses 1,12-20
Lucas 23,35-43
Con este domingo termina el Año de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco, un tiempo que nos ha traído a la memoria muchas cosas, entre ellas las Obras de Misericordia corporales y espirituales. En estos meses hemos podido decir: dichosos los que se saben pecadores perdonados. Como dice la oración preparada para la ocasión: Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Terminamos también el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey del Universo, celebración instituída en 1925 por el Papa Pio XI. El Evangelio de este domingo nos recuerda cómo Jesús es Rey: “Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también por encima de él un letrero: Este es el rey de los judíos”. Es un rey del que se burlan todos los que están alrededor de la cruz, una cruz que era el castigo, que los romanos reservaban para los rebeldes contra el poder establecido.
Jesús, promovía la paz, no había hablado contra la ocupación romana, no era zelota, ni pertenecía a un movimiento revolucionario, ¿por qué no matarlo apedreado como hacían los judíos y no en una cruz reservada para los delitos políticos?. Quizás porque había proclamado un Reino y de éste sí que era rey, que no estaba cimentado sobre el poder y el dinero, sino sobre la honestidad, la igualdad de todas las personas, la bondad y la ayuda a todos los que sufren.
Incluso “uno de los malhechores crucificados lo insultaba”. “El otro, increpándolo le decía (…)” y termina pidiendo: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. La misericordia se muestra en todo momento y con todos, este es el reinado, su forma de reinar, ya había dicho en otra ocasión a los discípulos: “Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea servidor de todos, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10, 42-44). El reino de Jesús es el servicio, su trono la cruz, su legado el perdón, incluso a los enemigos y a los que le están matando. Difícil seguirlo, hay que tomar su cruz.
Este año litúrgico hemos sido guiados por San Lucas, la misericordia con los más pobres y necesitados, el perdón es “el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia.
Oremos siempre para que el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de su Señor resucitado y glorioso. Dios ha querido que también sus ministros, fueran revestidos de debilidad, para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: pidamos para que quien se acerque a uno de ellos, se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción, para que el Jubileo de la Misericordia, sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos” (De la oración del Papa Francisco para el Jubileo de la Misericordia).
Podríamos terminar esta homilía, releyendo el himno de San Pablo a los Colosenses en la segunda lectura. Jesucristo es el Rey del Universo, que se muestra en la debilidad y nos recuerda el triunfo del amor sobre el odio; la humildad sobre el orgullo; la paz sobre la guerra; porque su Reino no se impone por la fuerza, sino por la verdad y el amor.
Pbro. José María Hernández Muñoz