Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen…
Hechos 13,14.43-52
Apocalipsis 7,9.14-17
Juan 10,27-30
El IV Domingo de Pascua recibe el nombre de “Domingo del Buen Pastor”. Siempre el evangelio y las oraciones de la Misa de este domingo nos hablan de Jesús el buen pastor, es decir, de Jesús “el mejor de los pastores”.
Es bueno recordar que Dios en los tiempos anteriores al nacimiento de Cristo, en el Primer Testamento, particularmente en el libro del profeta Ezequiel, llamó fuertemente la atención a los malos pastores del pueblo de Israel, los gobernantes y todas las personas investidas de poder; en vez de servir y preocuparse de las ovejas, se preocupaban más de ellos mismos y de sus intereses personales. Ante esta situación lamentable, Dios promete que él mismo apacentará el rebaño, él mismo será el pastor de su pueblo Israel (cfr. Ez 34).
La promesa divina, con el correr de los siglos, tuvo su cumplimiento en la persona de Jesucristo. En el capítulo 10 del evangelio de san Juan encontramos bellas palabras de nuestro Señor acerca de su misión pastoral a favor no sólo de Israel, el pueblo de las promesas, sino de la Iglesia nuevo pueblo de Dios y de toda la humanidad. Hoy escuchamos una parte de este discurso de Jesús como el buen pastor. Se resaltan tres cosas fundamentalmente: Las ovejas de Jesús escuchan su voz y lo siguen; Jesús conoce a las ovejas que su Padre le ha dado; él las protege y les da la vida eterna.
Las ovejas de Jesús escuchan su voz y lo siguen.
Esta primera gran afirmación en boca de Jesús significa que nosotros, si somos en verdad ovejas de su rebaño, debemos escuchar permanentemente su palabra, así como también ponerla en práctica a través de una vida de gracia, de testimonio y de seguimiento constante. ¿Realmente escuchamos y seguimos a Jesús el buen pastor?
Jesús conoce a sus ovejas que su Padre le ha dado.
Esta segunda afirmación del evangelio expresa el conocimiento pleno que Jesús tiene de cada uno de nosotros. No se trata de una mera información superficial; se trata, más bien, de un conocimiento profundo que se entremezcla con amor. El conocimiento que Jesús tiene de nosotros es un conocimiento más completo que el conocimiento que cada uno de nosotros tiene de sí mismo. Él nos conoce, amándonos, pero amándonos hasta el extremo de entregar su vida por nosotros. San Juan evangelista nos lo dice al empezar el relato del lavatorio de los pies (cfr. Jn 13). Jesús, pues, nos conoce y nos ama porque somos las ovejas que su Padre le ha dado. Y nosotros, ¿correspondemos al conocimiento y al amor que Jesús nos tiene?
Jesús protege a sus ovejas y les da la vida eterna.
Dos grandes pruebas del por qué Jesús es el buen pastor. Jesús nos protege de todos los peligros; él nos advierte de todo aquello que pueda dañarnos; nos da los medios para evitar situaciones que pongan en peligro nuestra vida. Además, nos otorga la vida y la vida en abundancia, que comienza aquí en este mundo y que culmina en la casa de su Padre, el cielo. ¿En verdad, nos dejamos proteger por Jesús? ¿Valoramos y aprovechamos su palabra y su cuerpo como alimentos que nos dan la vida eterna?
Ofrezcamos la santa Misa de este domingo por las vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida consagrada y a la vida laical. Pidamos al Dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros